El sol que derrite sesos de devoradores de libros para convertirlos en
caballeros andantes no salió el primer día de los homenajes por los 400
años de la segunda parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha y vísperas de la conmemoración de la muerte de su autor, Miguel de Cervantes Saavedra, el 23 de abril de 1616.
El calor inclemente fue reemplazado por el frío, al menos, en
Argamasilla de Alba (Ciudad Real), hasta donde llegaron 26 académicos
convertidos en quijotes ante su reivindicación de la eterna promesa de
una verdadera ruta turística y literaria inexistente aún para uno de los libros y mitos más importantes e influyentes de la historia de la creación literaria. Ni siquiera se refirió a esa ruta María Dolores de Cospedal,
presidenta de Castilla-La Mancha, ante los académicos en la bienvenida
que les dio en Toledo. No acudió el cervantista principal: solo faltó
Francisco Rico.
El Teatro Auditorio de Argamasilla de Alba acogió el segundo pleno
extraordinario de la RAE fuera de su sede, en honor de los 400 años del
Quijote y Cervantes, y ante 400 personas. La sesión empezó con un minuto
de silencio por los muertos del avión accidentado en Francia. El primer
pleno de la RAE fuera de su sede tuvo lugar en 2012 en Cádiz, con
motivo de los 200 años de la Constitución. En el de ayer intervinieron
cuatro académicos sobre temas cervantinos: Arturo Pérez-Reverte, Carmen
Iglesias, José María Merino y Pedro Álvarez de Miranda. José Manuel
Sánchez Ron recordó al fallecido José Luis Sampedro, cuyo sillón quedó
vacante y al que solo aspira el cineasta y escritor Manuel Gutiérrez
Aragón.
El lugar elegido fue Argamasilla de Alba porque la tradición lo sitúa
como el más probable lugar del amañado olvido con que Cervantes empieza
su obra maestra. Para Darío Villanueva, director de la RAE,
“Argamasilla de Alba y El Toboso son la referencia más clara de la
primera parte del Quijote con esas coplillas de los académicos al final
de la primera parte de la novela y que luego aparece en el apócrifo de
Avellaneda. Este viaje de la RAE se apoya en el que hace un siglo, para
los 300 años de la obra, el académico Azorín y otros escritores e
historiadores mencionaron este lugar como el referido por Cervantes”.
La prueba de las coplilas es la principal prueba en la que se apoyan
algunos para pensar que ese es el "lugar de La Mancha". Otras pistas la
señalan también: allí, en la Cueva de Medrano, Cervantes habría estado
preso, donde, cuenta la leyenda, empezó a escribir su novela. Y hay más,
está en la iglesia de San Juan Bautista, del siglo XVI. Y Cervantes,
creen, lo tuvo que ver porque esa realidad cobra mucha coincidencia en
el comienzo de la novela. Es un cuadro de la Virgen de Illescas ofrecido
como exvoto por Rodrigo de Pacheco, quien aparece en la parte inferior
con un anexo que en grafía de la época que cuenta cómo la virgen se le
apareció a un caballero con “un gran dolor que tenía en el celebro de
una gran frialdad que se le cuajó dentro".
Tras su paso por Toledo, los 26 académicos (22 de España y cuatro
representantes de Panamá, Colombia, Honduras y el secretario general de
la Asociación de Academias de la Lengua Española) visitaron los molinos
de Alcázar de San Juan, uno de los posibles escenarios cervantinos, y
luego llegaron a Argamasilla de Alba para un pleno en el que
Pérez-Reverte lamentó que “en el corazón de La Mancha, al mismo tiempo
tan mentado y olvidado, tan mencionado por el oportunismo y tan
marginado en la realidad”, no se rindiera un verdadero homenaje a
Cervantes. Pidió que este pleno sirviera para que las autoridades
locales, regionales y nacionales se preocuparan por crear esa ruta tan
necesaria.
Sobre aquellos tiempos de la novela, Carmen Iglesias dijo: “Cervantes
vivió en una sociedad de la sospecha, en la que la limpieza de sangre se
ha convertido en un instrumento de discriminación”. Ahora, agregó, “es
una nueva visión del mundo que costó abrirse paso, donde la verdadera
nobleza y virtud radica en los hechos de la persona y no en el
nacimiento, sustituido muy pronto por el valor del dinero”. Los caminos
que Cervantes abrió para la literatura fueron recordados por José María
Merino, mientras las huellas del idioma dejado por el Quijote las desandó Álvarez de Miranda.
El pleno se cerró con la sesión de propuesta de nuevas palabras para el Diccionario. La primera de ellas fue selfie.
Juan Luis Cebrián la propuso tal cual, como anglicismo, entre otras
razones porque, argumentó, no se trata de un autorretrato cualquiera,
sino de uno realizado con un móvil que se sube a las redes sociales. La
segunda palabra fue chacra. La propuso Inés Fernández Ordóñez.
Es un término quechua usado en Sudamérica y hace referencia a una
parcela de tierra cultivable muy pequeñita. Su otra acepción sería chakra, con k, procedente del sánscrito, referida a las energías que se concentran en el cuerpo. Y la tercera palabra es patético,
pero en una nueva acepción. La propuso Luis Mateo Díez porque explica
que hace carrera su significado como algo penoso, lamentable, ridículo o
de un comportamiento desajustado.
Puros ecos cervantinos. ¿Sería hoy el Quijote un personaje patético con una chacra donde se tomaría un selfie?
Sea lo que sea, en Argamasilla de Alba creen que Alonso Quijano, más
conocido como Don Quijote de La Mancha, fue un paisano. Allí, donde la
ficción coloniza la realidad y la realidad devora la ficción para
reforzar ese territorio de leyenda.
Articulo de Winston Manrique Sabogal publicado originalmente en la edicion del El Pais del 27/03/2015
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