“El Africano”, de JMG Le Clézio
PRESENTACIÓN
A LA TERTULIA
África
no existe “… Es todo un océano, un planeta
aparte, todo un cosmos heterogéneo y de una riqueza extraordinaria. Solo por
una convención reduccionista, por comodidad, decimos “África”. En realidad,
salvo por el nombre geográfico, África no existe”.
Esto
lo dice Ryszard Kapuscinski, uno de los autores que mejor nos han sabido contar
África.
África es, en efecto, muy compleja, tan variada en
culturas y en realidades diversas como para que quepa en una sola palabra. Es
una presunción de nuestra parte querer constreñir ese rico mundo en un solo
concepto. Eso es un invento nuestro, relativamente reciente.
Desde luego no era así cuando los griegos trazaban sus
primeros mapas en los que dibujaban tres manchas terrosas: Europa, Asia y “Lybia”.
Y tampoco era así cuando los mismos griegos empezaron a saber que más al sur
había un mundo inexplorado, habitado por negros. Por eso, al mar allende, a lo
que hoy llamamos Atlántico Sur, ellos lo llamaron “Océano Etíope”, es decir,
literalmente, “mar de los negros”.
Y tampoco necesitamos ni la palabra, ni el concepto para
hacernos allí humanidad. En la Garganta de
Olduvai, al Norte de la actual Tanzania, allá por el Plioceno, nos bajamos
de los árboles y aprendimos a ser bípedos. De Austrolopithecus, evolucionamos hacia Homo
Sapiens primero y a “Homo Europeo” después.
Probablemente (aunque hay otras teorías), el vocablo
“África”, provenga del nombre latinizado de una tribu bereber del Sahara, que
se llamaban a sí mismos los Afarika y que en un mapa del siglo XIV se localizaban
en lo que es hoy Sudán.
Poco después, los europeos, más guapos y más listos,
empezamos a percatarnos de las posibilidades de explotación del vasto
territorio que la palabra fue abarcando.
Primero fueron los portugueses los que tomaron esclavos
para su propio uso. Luego los españoles, convirtiéndolo en mercancía, hicieron
de eso un buen negocio. La primera remesa de esclavos negros fue vendida en La
Española (actual Haití), en 1501. En eso fuimos primera potencia mundial:
¡teníamos el monopolio! Luego fue Italia, Inglaterra, Holanda, Suecia, Dinamarca… Todos se
apuntaron al negocio. Siglo XVI, siglo XVII, siglo XVIII. Hasta que, veinte millones
de negros después, todos jóvenes, en el XIX dejó ser rentable y empezó a
prohibirse la esclavitud (aunque, quiero pensar, que algo tendrían que ver los
principios filosóficos que inspiraron la Revolución Francesa).
Pero no seré yo el que diga de manera maniquea que del
lado de acá estaban los malos y del de allá los buenos. De hecho, los
traficantes blancos no tenían que adentrarse más allá de la costa porque había
tribus cazadoras, que hacían el trabajo sucio, y tribus cazadas. Pero,
reconozcamos que el beneficio era nuestro y el perjuicio era suyo.
Y luego vino la colonización, la explotación del
territorio. Ver un mapa de África de esa época, trazado en despachos europeos,
con líneas rectas de meridianos y paralelos, da idea de lo poco que se tenían
en cuenta las etnias y las culturas.
Y sobre el trato dispensado a los nativos… mejor no
hablar. Entre la infinidad de testimonios existentes, yo os remito al penúltimo
libro de Vargas Llosa: “El sueño del
celta”, de 2010, una pequeña muestra referida al Congo Belga.
Asunto moral aparte, el expolio de la juventud negra
durante siglos, y la posterior colonización, tuvo consecuencias de muy largo
alcance. Se truncó el crecimiento y el desarrollo normal de los grupos étnicos
y se imposibilitó la formación de estructuras políticas sólidas y estables.
¿Qué sería hoy de los países de África si el europeo no se hubiese entrometido…?
Nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es cómo está ahora. África es lo que es
hoy en gran parte por culpa nuestra.
Nada de todo esto está en el libro que presento (bueno,
el colonialismo si está subyacente). Es solo una bonita disquisición mía para sugerir
que nos aproximemos a África con perspectiva. Con respeto: Un respeto que los
blancos del norte, con nuestra visión eurocéntrica, estrecha, solemos olvidar.
También lo digo para afirmar por contraste que ese no es el caso de JMG cuando
escribe “El Africano”. Él no tiene
ese problema.
Le Clézio es francés, de madre francesa y de padre
inglés, nacido en Francia y educado en Francia (estudió educación, literatura,
filosofía…). Aunque pasó su primera juventud en Inglaterra, en las
universidades de Bristol y de Londres, en donde llegó a enseñar Literatura
francesa. Pero para él África es algo más que un lugar para visitar y luego
contarlo. África está en su ADN.
Digamos ya de antemano que este libro es un relato
autobiográfico de los recuerdos de sus años de niñez vividos en una tribu de
Nigeria en donde ... “la libertad era el reino del cuerpo”.
Y que “el africano” es su padre; verdadero protagonista de esos recuerdos.
Su padre era africano en sentido estricto ya que nació en
África. Era oriundo de Isla Mauricio, que queda al este de Madagascar, en medio
del Índico. Territorio netamente colonial desde su origen. Ese pasado colonial
hay que contarlo para poder comprender por qué la madre de JMG era francesa y
su padre inglés (y porque es entretenida):
El territorio fue portugués en el siglo XVI cuando se
descubrió, en el XVII holandés, en el XVIII francés. Ese es el momento en el
que sus antepasados, franceses, se instalan allí. Su abuelo materno, uno de los
descendientes, vuelve a Francia, se casa con una francesa y se instala en Niza.
Por eso, su madre será francesa. En el siglo XIX, Isla Mauricio pasa a ser
colonia inglesa. Y por eso su padre es inglés, porque en el seno del resto de
la familia que había permanecido en la isla es en la que nació su padre. Hay
que añadir enseguida para que las piezas encajen que el abuelo materno,
instalado en Francia, era hermano del abuelo paterno. Y que fue en una visita
de su padre a casa de su tío francés en donde se enamoró de su prima.
He ahí la historia de su familia y, probablemente, el
origen del cosmopolitismo del autor que tanto ha influido en su literatura. Por
acabar la historia: La independencia de Mauricio se consiguió finalmente en
1968. Y con ella, su padre perdió el pasaporte, la nacionalidad inglesa y la
pensión de una vida entera dedicada al Imperio.
Pero no es por su origen de nacimiento, por lo que JMG concede
el título de “africano” a su padre. Es muy al final cuando… “acabó siendo el africano por la fuerza del
destino”. Entonces, al final de su vida activa, que
había dedicado en cuerpo y alma al cuidado de los nativos como médico, es
cuando, dice,… “comprendí que el
verdadero africano era él”.
El recorrido vital de su padre es muy interesante y muy
novelesco, pero no voy a decir nada más porque está mejor contado en el libro.
Solo diré que… “El contacto con la humanidad doliente y
veintidós años en África, le habían inspirado un desprecio profundo al
colonialismo en todas sus formas”.
Es precisamente en la búsqueda de la figura paterna y en
el intento de comprender su personalidad, entretejido con sus propios recuerdos
de infancia, en donde está la esencia y el propósito de este libro.
Ya está casi todo dicho. Pero si bien es cierto que un
libro se puede entender y disfrutar por sí mismo, es más cierto que se consigue
apurar toda su esencia si se conoce el contexto. En muchos casos eso no es tan
determinante: hay muchos autores que escriben toda su producción sin salir del
escritorio de su casa. Este no es el caso.
JMG es un habitante del mundo que ha vivido intensamente
varias culturas. Es un nómada. Cosmopolita por excelencia. Él dice de sí mismo “Yo no viajo mucho, voy a un lugar y me quedó
allí un tiempo”... “Son para mí como
vidas sucesivas”
(Digamos como anécdota que en una ocasión fue a visitar en
Perú una tribu de indígenas y se quedó a vivir con ellos cuatro años). Sus
experiencias vitales y sus libros guardan una estrecha relación. Comprender al
personaje es comprender su literatura.
Le Clézio nació en Niza, en 1940. En España decimos que “uno
no es de dónde nace, sino de dónde pace”. En África hay una creencia más
poética y él tiene a gala recordarla: “No eres de dónde naces, sino de dónde eres
concebido”. Y él es fruto del amor de sus padres en una
cabaña en el corazón de África.
Su madre acudió a Francia para dar a luz en condicione
más higiénicas, pero le sorprendió la guerra y ya no pudo volver. Anduvo
escondiéndose con sus dos hijos pequeños por miedo a la deportación. (Por
cierto, los intentos del padre para tratar de rescatarlos es toda una odisea).
La vuelta solo fue posible cuando ya JMG tenía ocho años.
Toman un barco y, en un viaje iniciático para él, va camino del encuentro con
su padre que vive en medio de la sabana, incrustado en una tribu. A vivir, “mi vida salvaje”,
como dice él. Allí comprende, según sus palabras…
”El magnífico impudor de los cuerpos, la
violencia de las estaciones, la felicidad de vivir a mi aire, la ebriedad de
poder correr con los pies descalzos…”.
Ese sueño de niño-salvaje, le dura dos años. La familia
al completo vuelve a Niza. Aunque su padre retorna enseguida, incapaz de
adaptarse a la “civilización”, nostálgico de su vida africana y de su trabajo.
JMG escribe varios libros sobre África, pero claro,
conviene saber cuál es cuál. Porque no es lo mismo el titulado “Un largo viaje”, un relato sobre África
que escribe a los ocho años, durante el tiempo que dura el trayecto en el barco
que lo lleva hasta allí, aun antes de haber tocado suelo africano, que los que
escribe más tarde de adulto. Y menos aún que éste, “El Africano”, escrito a los
64 años, con medio centenar de libros publicados y en el sosiego de la madurez
de una vida ya asimilada.
Jérôme Garcin, un crítico francés, dijo de él cuando se
publicó: “El Africano es un libro
cardinal para comprender toda la obra de Le Clézio. Es una historia susurrada.
Y está escrito en una lengua tan simple que se diría que son las palabras de un
lamento”.
La vida de JMG es a su vez una gran novela. Al acabar la
universidad, el servicio militar le llevó voluntario a Tailandia. Allí enseñó
durante un año. (Por cierto, él no se considera un académico, pero la verdad es
que ha impartido docencia en las universidades de Londres, Méjico, Perpiñán,
Bangkok, Boston, Austin y en Alburquerque, en el estado norteamericano de Nuevo
Méjico).
De Tailandia es expulsado por manifestarse críticamente
contra la prostitución infantil. Toda su literatura es comprometida en la
defensa de los débiles, de las culturas indígenas y de la ecología. Preguntado
una vez sobre qué libro suyo recomendaría dijo que “Pavana” (1992).
No siendo desde luego su mejor libro, estaba orgulloso porque era fruto de un
éxito ecológico: En Méjico, la empresa Mitsubishi quería instalar una fábrica
de sal en una zona donde las ballenas grises acuden a parir y en lucha con otra
gente, "¡conseguimos impedirlo!",
dijo.
De Tailandia a Méjico. De Asia a América. De Asia le
quedó el interés por las tradiciones: Entre sus muchos libros hay dos traducciones
de tratados sobre los mitos hindúes.
“Méjico me encantó”, dice, “porque la gente es humilde. No tiene los mismos
recursos que los europeos, pero tiene más generosidad. Las relaciones son mucho
más fáciles. Me quedé varios años”.
De su etapa mejicana y del mundo amerindio tiene varios
libros, entre ellos “Diego y Frida”,
de 1994, sobre la tormentosa relación entre Frida Kahlo y Diego Rivera.
Como hemos visto, JMG ha escrito desde siempre, desde muy
jovencito. Pero el primer libro que presenta a la imprenta es a los 23 años: “El Atestado”, en 1963. Un éxito. Que es
un éxito lo prueba el hecho de que con ese primer libro obtiene el premio Renaudot. De entonces a hoy es uno de
los autores franceses más reconocidos.
Este premio está relacionado con el Goncourt, del que ya hablamos en otra ocasión. El grupo de los
críticos literarios, mientras esperan la resolución del fallo y puesto que
tienen que leerse todos los libros finalistas, deciden manifestar su propia
opinión otorgando ellos un premio de la crítica: ese es el Renaudot. Y tiene prestigio.
Asia, América, África, y luego veremos que también
Oceanía. Su mundo es el Mundo. Con el trasfondo africano de su infancia escribe
algún libro más, como “Onitsha”, en
1991. Y “El pez dorado”, en 1997. Pero
quien lo va a volver verdaderamente a África es el amor. Jemia, su mujer, es
saharaui, del Sahara Occidental. La conoció en un viaje que cuenta luego en “Gente de las nubes” de 1975. Y de ese
contacto surgen otros libros, como “Desierto”,
de 1980, (ya conocido en esta tertulia), que se basa en la familia de su mujer,
descendiente de “los hombres azules”. Como sabéis, refleja el contraste entre
la grandiosidad de la cultura perdida del Norte de África y la mirada
despectiva que Europa dedica a los inmigrantes actuales. Ese libro fue muy bien
acogido en Francia y de hecho, por él le fue concedido el premio de la Academia
Francesa.
Tiene
JMG una extensísima producción de obras de distinto tipo, siempre tratando los
temas que le motivan y los lugares que son de su interés. Entre los que ha
escrito recientemente, después de “El Africano”, hay un ensayo sobre Oceanía: “Raga, un enfoque sobre el continente
invisible”, en 2006. Un tratado sobre su experiencia en el cine, “Ballaciner”, en 2007 y una novela,
“La música del
hambre”, en la que recuerda la juventud de su madre sobre el fondo de la
Francia ocupada.
Que su literatura es de calidad lo demuestra el hecho de
haber sido reconocido con el Premio Nobel, en 2008. La Academia Sueca lo
justificó así: “Es un escritor
de la ruptura, de la aventura poética, del éxtasis sensual. Le Clézio ha
conseguido rescatar las palabras del estado degenerado del lenguaje cotidiano y
devolverles la fuerza para invocar una realidad existencial".
De “El Africano” no voy a decir nada; que lo diga la
tertulia. Salvo una apreciación personal: Como se verá es un texto sencillo,
limpio, cuasi poético. Pero no creo que el autor pretendiera ser lírico. Es
simplemente el resultado de un oficio depurado con los años y de la plasmación
de profundos sentimientos. La conjunción de ambas cosas, que yo resumiría en
una palabra: “autenticidad”.
En
fin, “El Africano”, de Jean-Marie Gustav Le Clézio: Os va a gustar.
Ramón Madrigal
Alicante, 1 de junio de 2015
Alicante, 1 de junio de 2015
PRESENTACIÓN DEL LIBRO
“NOS VEMOS ALLÁ ARRIBA”, DE PIERRE LEMAITRE
Dal
Maschio, en su introducción a la obra de San Agustín dice que…
”Es ya una convención el
considerar que el estudio del contexto en el que se desarrolló la vida de un
creador proporciona las claves que resultan de utilidad inestimable para
comprender y apreciar su obra, afinar las interpretaciones y evitar errores y
anacronismos.”
Empecemos
por ahí. Pero por ese lado vamos a acabar pronto, porque teniendo en cuenta que
Lemaitre es de la cosecha del 51, su tiempo es nuestro tiempo y sus
circunstancias son muy parecidas a la nuestras, así que por ese lado ya tenemos
casi todas las claves. Nació en Paris en 1951 en el seno de una familia de
clase media. Se licenció en Psicología y profesionalmente ha vivido de la enseñanza, y concretamente en
la educación de adultos y en formación profesional: cultura general,
comunicación, análisis de textos, literatura…
¿Y
su obra? Cortita y tardía. Empezó a publicar a los 55 años
(“La ventaja de empezar a escribir de viejo es
que llegas a este trabajo con todas las lecturas ya realizadas; con la
educación recibida”)
Y
en un género muy concreto, la novela negra y, por tanto, para un público muy
restringido; entregado, pero restringido.
§
“El
novelista”, la primera, en 2006
§
“Vestido
de novia”, en 2009, publicada en España en 2014 por Alfaguara. Hasta ahora la
única traducida al español aparte de “Nos vemos allá arriba”.
§
“Cadres
noirs”, de 2011. “Cuadros”, en el significado de “jefes de empresa”, basada en
hechos reales ocurridos en Francia poco antes.
§
“Alex”,
de 2011
§
“Les
Grands Moyens”. (“Los Grandes medios”, o quizá “Medidas drásticas”, ya veremos
cómo lo titulan en español.). Es también de 2011. Tiene la particularidad de
que se publicó como folletín por entregas para ser leídas de forma gratuita, en
digital.
§
“Sacrificios”,
de 2012, y
§
“
Rosi & John”, de 2013; el mismo año que se publica “Nos vemos allá arriba”
Todas
ellas novelas negras. De las de “agarrarse al sillón”, en expresión que he
leído en algún blog.
No
obstante nunca jamás una novela policiaca habría sido galardonada con el Premio
Goncourt. Pero “Nos vemos allí arriba” lo ganó en 2013, fue aceptada por el
gran público francés y, gracias a su éxito en Francia, ha sido publicada en
España y, lo que es más importante, es merecedora de ser comentada aquí hoy.
¿Es
esta una novela negra? Sin duda. Si en todas las anteriores siempre hay algún
muerto en el armario, esta comienza con diez millones de muertos; no está mal
para empezar... Y el arranque de la novela, trepidante, uno de los más
espectaculares que hayamos podido leer, utiliza claramente la técnica narrativa
de la novela negra: En los primeros compases hay que atrapar el alma del lector
para que llegue a la conclusión de que es imposible no quedarse a averiguar qué
va a dar de sí la historia. Historia que, como se verá, tiene todos los
ingredientes de la intriga policiaca.
A
la pregunta de si en esta novela ha utilizado conscientemente los elementos y
la técnica de la novela policiaca, el autor reconoce que…
“Sí, en efecto. Eso es cierto. La
novela policiaca se construye a base de pistas falsas, giros, suspense,
indicios; lo que se llama el “clímax”, un aumento gradual de la acción. Y todo
esto aparece en mi libro. Una vez más no me otorgo demasiado mérito,
sencillamente he hecho aquello que mejor sé hacer”.
Pero
“Nos vemos allá arriba” es mucho más que una novela negra. Por eso fue
alumbrada con el reconocimiento del Goncourt. El premio Goncourt que reconoce a
la “mejor” novela del año publicada en francés, tiene un gran prestigio en el
ámbito francófono ¿Es equivalente al Premio Planeta en España? En mi opinión, es
la antítesis del Premio Planeta. Solo se parecen en que ambos catapultan las
ventas del señalado. De treinta mil ejemplares, “Nos vemos allá arriba” se
disparó en pocos días al medio millón. Pero como todo el mundo sabe, el Planeta
es una filfa, un truco publicitario de ventas, convocado, promovido y exaltado
por una editorial que lo que quiere es vender libros. El “premio” Planeta es un
encargo previo que se hace a un famoso (siempre “cae” en un famoso) y que, como
es natural, en la mayoría de las veces sale fallido. El Goncourt es igualmente
de un ente privado, pero con una génesis y una intención diametralmente
opuesta.
“L’Académie
Goncourt” es un cenáculo literario fundado en 1900 siguiendo los deseos y los
dineros que había dejado en testamento Edmond de Goncourt gran amante de la
literatura, que tiene por objeto conceder un premio…
“a la
mejor obra de imaginación aparecida durante el año”…”para forzar las puertas de la gloria”.
Y,
en efecto, aquí lo que se reparte es “gloria”, porque a diferencia del Planeta
que es premio millonario, lo que se otorga de premio en el Goncourt son 10
euros, que era en equivalencia de francos, el valor de una buena cena en la
época.
Siendo
pues el único criterio la calidad y el gusto de los académicos que eligen por votación
sin ninguna intención crematística, el Premio Goncourt va siempre acompañado de
prestigio. Por citar los más conocidos, fueron premios Goncourt a lo largo del
siglo:
§
“A
la sombra de las muchachas en flor”, en 1919, de Marcel Proust (Es el segundo
volumen de “En busca del tiempo perdido”)
§
“La
condición humana”, de André Malraux, en 1933
§
“Los
Mandarines”, de Simone de Beauvoir, en 1954
§
“El
amante”, de Marguerite Duras, en 1984
¿Qué
tiene de diferente esta novela de Lemaitre con respecto a las anteriores, hasta
el punto de ser considerada la “mejor novela” de ese año y para que merezca ser
elevada al Olimpo de la historia de la literatura francesa?:
En
mi opinión, el “marco”, el fondo. Teniendo como tiene ésta todas las claves de
la novela negra, está trazada sobre un fondo muy rico. Un momento histórico y
un lugar bien definidos y muy bien documentados. Hasta tal punto que nos llega
a interesar de ella tanto más el decorado como la propia historia que viven los
personajes. De hecho, muchos la consideran novela histórica. Yo no lo creo
(sobre qué se considera “novela histórica” habría mucho que decir). Y el autor
tampoco lo cree. Preguntado en España sobre este asunto responde:
“Tengo grandes dificultades en
Francia, en mi propio país, para conseguir que se entienda que en realidad esta
novela es una novela picaresca más que una novela histórica. La novela
picaresca procede de la literatura española con el Lazarillo de Tormes. En
Francia este libro es muy importante ya que inauguró la tradición de la novela
picaresca. Mi actitud ante esta gran novela es mi modesta manera de ser un poco
español”.
El
marco histórico de fondo… y los personajes. Porque los personajes también
marcan la diferencia. Aquí los personajes están muy bien trazados, el lector
llega a comprender su personalidad, su complejidad. En la clásica novela negra,
toda la energía creadora del escritor se va en la trama, en los hechos, en
fabricar el suspense. El marco es totalmente secundario, se dibuja lo
mínimamente imprescindible para que se sostengan los personajes, para que no se
caigan. Y el tiempo histórico suele ser el contemporáneo, que no cree
complicaciones. En “Vestido de novia”, por ejemplo, una novela de intriga
psicológica, la acción transcurre en las calles de París y en las afueras,
entre 2000 y 2004.
Lo
que busca la novela policiaca es entretener (que no es poca cosa en
literatura), pero no deja huella. Se consume y se olvida. “Nos vemos allá
arriba”, entretiene, atrapa la intriga del relato, pero además da qué pensar.
El
marco, los personajes principales y… los personajes secundarios; otro motivo
que marca la diferencia. Aquí tienen un papel esencial.
Dice
Pierre Lemaitre: “Los personaje
secundarios me interesan muchísimo. Para explicarlo de una manera sencilla:
cuando escribía novelas policiacas mi héroe tenía un nombre holandés. (En
realidad solo en tres de sus novelas utiliza como protagonista un detective que
se llama Camille Verhoeven). Era un
homenaje a la pintura flamenca que da gran importancia a los detalles, a los
personajes secundarios. El personaje secundario es el que consigue que la
acción sea realmente dinámica para el
lector, porque si no parece que los personajes se encuentran en el escenario de
un teatro, ante un telón”.
Y
ya que le concedemos importancia al marco, vamos a analizarlo aunque sea
brevemente:
El
2 de noviembre de 1918 el teniente Pradelle, una mala persona, canalla y
malvado donde los haya, empuja a sus hombres a conquistar una pequeña loma en
el frente norte, arriesgando la vida del puñado de hombres que se le han
confiado, a sabiendas de que a esas alturas ya no hay nada que ganar. Simplemente
trata de arañar en el último momento un galón, una estrella de oficial, que le
permita medrar en su carrera.
Faltan
9 días para que se acabe la Gran Guerra. La estúpida guerra que ha enfrentado a
millones de hombres a lo largo de centenares de kilómetros de frontera de
trincheras, “guerra de topos” como se le llamó entonces, matándose tontamente
los unos a otros: diez millones, soldado arriba, soldado abajo.
El
14 de agosto, tras la batalla de Amiens, en la que los alemanes derrotados se
retiran a la Línea Sigfried, los mandos militares alemanes Hindemburg y
Ludendorff declaran imposible la resistencia y reconocen la inutilidad de
proseguir la guerra. En septiembre piden un armisticio inmediato. El 3 de
octubre, Guillermo II nombra Canciller (jefe de gobierno) a Max de Bade con la
misión de que trate de conseguir unas condiciones de paz medianamente honrosas.
El 7 de noviembre se proclama la
República de Baviera. El 9 de noviembre, en vista de la situación, Max le envía
un telegrama al emperador en la que le dice: “Majestad, su abdicación se hace imprescindible para salvar a Alemania
de una guerra civil”. Y es que la anarquía ya reina por doquier. Ese mismo
día, abdica Guillermo II, huye a Holanda y se proclama la República de Berlín. El
socialdemócrata Sheidmann asume la jefatura del estado. El 10 de noviembre se
forma nuevo gobierno.
Al
día siguiente, el 11 de noviembre, a las cinco y media de la mañana, en un
vagón de tren situado en el bosque de Compiegne, se firma el Armisticio. Por la
parte alemana, tiene que firmar un civil, Matthias Erzberger (un adalid antibelicista),
porque los militares se han negado y ya se han vuelto a casa con más
sentimiento de orgullo que de derrota. De hecho, en Berlín son aclamados como
“vencedores”.
(De
esos polvos y de la humillación de los alemanes en los draconianos tratados de
paz posteriores, vienen los lodos de la Segunda Guerra Mundial, en la que la
utilización del mismo vagón de tren para acto semejante, es anecdótico).
Todos
los muertos de una guerra son inútiles, pero son mucho más inútiles los
“caídos” entre agosto y noviembre cuando la suerte ya está echada. Y se hace
patente que son mucho más inútiles aún los muertos provocados por el teniente
Pradelle.
En
un prefacio que yo considero magistral, Lemaitre, lleva al lector a las
postrimerías de la Primera Guerra Mundial para que se sitúe. Para que, en
complicidad con ellos, acompañe a los protagonistas en la acción de la novela
que se desarrolla después; para que los comprenda. Porque el marco no es la
guerra, es el paisaje que queda después.
El
coste de la guerra para Francia ha sido del 30% de su riqueza nacional. Ha
provocado terribles pérdidas demográficas: un millón cuatrocientos mil jóvenes
franceses, varones, se han quedado en las trincheras. Y varios millones más han
vuelto heridos, mutilados o destrozados moralmente. Y el retorno a la vida
civil de los veteranos va a ser un gran problema social. El panorama es
desolador.
En
ese ambiente, muchos van a ver la oportunidad de aprovecharse. Lo dice el
propio Capitán Pradelle: “Incluso después
de acabada, la guerra ofrece grandes oportunidades de negocio”.
Las
transformaciones sociales son intensas: al lado de millones de familias
empobrecidas van a aparecer nuevos ricos, especuladores que van a amasar
fortunas. Hay que reconocer que al capitalismo especulativo le sientan bien las
guerras.
La
estafa de los monumentos a los “héroes” desaparecidos en combate, es pura
ficción inventada por el autor. Pero el asunto del tráfico de ataúdes se basa
en una realidad histórica. Aunque bien pudiera parecer lo contrario.
Le
preguntaron a Lemaitre que por qué este asunto, que cuando se le ocurrió la
idea. Y él contestó lo siguiente:
“Descubrí “Las Cruces de madera”,
de Roland Dergelès, a los 17 años. Y me identifiqué entonces con esos jóvenes
que tenían mi edad y que murieron en las trincheras durante esa carnicería que
fue la Gran Guerra. Un día, hace diez años, pasé por un monumento a los
muertos. (Hay
que aclarar que esta entrevista es de
septiembre de 2013, al poco de aparecer el libro en Francia).
Era la mañana del 11 de
noviembre. Estaba el alcalde con cuatro o cinco concejales, los bomberos y casi
nadie más. Encontré la escena infinitamente triste. El alcalde leía los nombres,
añadiendo “muerto por Francia”. Y eso era todo. Yo experimenté un sentimiento
de profunda injusticia hacia ellos. Escribiendo “Nos vemos allá arriba” he
respondido a una promesa que yo me hice en mi juventud”.
“Las
Cruces de madera”, libro al que hace referencia, es una novela que se publicó
en 1919 basada en la experiencia vivida por el autor durante la Primera Guerra
Mundial. El título hace referencia a las cruces de madera, toscamente clavadas
a lo largo de los caminos próximos al frente, en donde se enterraba a los
soldados caídos en combate. Al final de la guerra había un millón de soldados
enterrados en las cunetas o en pequeños cementerios.
Tras la
Primera Guerra Mundial, la mayoría de las familias desconsoladas deseaban
exhumar los cuerpos de sus parientes muertos en combate a fin de inhumarlos en
el cementerio de su pueblo. Pero el gobierno prohíbe esta práctica por falta de
higiene y por no poner en peligro la identidad de los cadáveres. Desafiando
esta prohibición, algunas familias emprenden por su cuenta, o apelando a
“mercantilistas de la muerte”, como se les denominó en la época (compañías de
pompas
fúnebres, o sencillamente de estafadores), la violación de sepulturas para
llevarse clandestinamente los restos mortales. La proliferación de eta práctica
ilícita durante los años 1919 y 1920 incita al Ministerio del Interior a tomar
medidas represivas, y promulga la Ley de 31 de julio de 1920 mediante la que el
Estado se hace cargo de las exhumaciones para depositar los cuerpos en grandes
cementerios militares.
Le
preguntan a Lemaitre: Los hechos de los que habla en su novela, son espantosos,
¿le ha añadido usted horror a la narración?
“Decía Flaubert que “la verdad
no es siempre verosímil”, mi libro es una perfecta ilustración. Yo he trabajado
a partir de la tesis de Béatrix Pau: “Los Escándalos de las exhumaciones
militares”. No he necesitado añadir nada de horror, la historia aquí es más
cruel que la imaginación. Tuve suerte de descubrir un hecho que muchos
historiadores franceses desconocían, un verdadero escándalo que estalló en
1922, cuatro años después de terminada la guerra, cuando se descubrió que
algunas empresas privadas habían ganado mucho dinero con la exhumación de los
soldados. Es una historia muy morbosa y creo que en cierto modo es una de las
clave morales de este libro.”
Y
respecto a la técnica, le preguntan a Lemaitre: “¿De qué manera trabaja usted?
Opina que la documentación tiene cada vez más importancia en la novela
contemporánea en detrimento de la imaginación?”
“No sé”, contesta, “Puede ser. En mi caso, yo me sirvo de la
documentación para dar prioridad a la emoción y a los sentidos. No busco tanto
la exactitud como la verdad”.
Ante
un libro que ha gustado surge la pregunta de si habrá una segunda parte. Y no,
dice el autor que no habrá segunda parte. Pero que una vez que ha encontrado
este camino, sus próximas obras serán, a modo de un proyecto balsaciano, una
especie de fresco del período 1915-2015, una especie de puzle.
La
próxima obra sobre la que trabaja ya tiene título: “Los Colores del fuego”
y se desarrolla enteramente durante el Éxodo de 1940. Y como las piezas de un
puzle se enlazan unas con otras, la pequeña Louise, que tiene diez años aquí,
será la heroína de la próxima novela.
Y
para finalizar, dice Lemaitre:
“Creo que un adolescente puede
leer “Nos vemos allá arriba” en busca de aventuras. Un segundo círculo de
lectores puede interesarse por el fondo social y político. Un tercero podría
darse cuenta de que el capítulo diez empieza con una parodia de Marcel Proust.”
…Y
los lectores del Aula Literaria de la Universidad de Alicante, van a encontrar
todo eso y mucho más.
Alicante, 9 de marzo de 2015
Ramón Madrigal
30.05.2014: Presentación del ensayo TODO LO QUE ERA SOLIDO de Antonio Muñoz Molina:
(por Esperanza Vaello Esquerdo)
A medida que avanzas
en la lectura del libro –escrito, salvo contadas excepciones, en
pasado y en plural- vas sintiendo una mezcla de desasosiego y de
indignación, no exenta de cierta sensación de culpa. Motivos no
faltan, porque el autor lleva a cabo un repaso nada complaciente de
la España reciente, poniendo de manifiesto la ceguera ciudadana
-debida seguramente al aturdimiento que produce el hechizo del dinero
y de la prosperidad- y que nos impedía darnos cuenta de la
inconsistencia de la situación.
Denuncia con datos
objetivos y a mi entender irrebatibles:
-
Los cambios producidos en la moral pública y privada, que
propiciaron la corrupción generalizada.
-
La desaparición de los controles efectivos de la legalidad de las
decisiones políticas
-
La incapacidad de crear una administración pública y profesional,
que, a la postre, se convierte en una administración descaradamente
clientelar.
-
El vergonzoso despilfarro en gastos superfluos en lo aparente y
efímero, en vez de invertir en lo esencial y duradero.
-
El fomento irresponsable del sectarismo y del clientelismo hasta el
extremo de que la explícita adhesión política es el mayor mérito
de todos los méritos.
Tal panorama
desolador –entiende Muñoz Molina- no es responsabilidad exclusiva
de la clase política, sino que cuenta con la indiferencia, la
claudicación o incluso la adhesión de sectores amplios de la
ciudadanía, aparte de la mezcla de negligencia profesional,
militancia sectaria y disposición cortesana de una parte de los
medios informativos.
Echa de menos el
autor que no se haya hecho pedagogía democrática, (predicando con
el ejemplo, por supuesto), la ausencia de la necesaria autocrítica y
que el espectáculo y los insultos hayan prevalecido sobre los
debates con contrastes argumentados y civilizados de ideas.
Con la plena
convicción de que la vida es tan complicada que raramente las
personas, las ideas, las posturas políticas pueden dividirse en dos
bandos, lamenta la insoportable soledad del heterodoxo que, por no
querer acogerse a una trinchera o a otra, se encuentra en tierra de
nadie, llegándole el fuego cruzado de los que se han puesto de
acuerdo para atacarle.
En la visión
retrospectiva que hace del año 2007 en 2012, a través de la
hemeroteca del diario El País, toma conciencia de la gravedad de los
cambios producidos, que, al ser tan graduales, habían permitido el
espejismo de una permanencia ilusoria. A la vista de los
espectaculares records de crecimiento y ganancias del bienio 2006-07,
se pregunta, entre asombrado e incrédulo, cómo es que ese ruido no
nos atronaba, qué veíamos, en qué estábamos pensando. Lo compara
con el efecto del fragor de una catarata sobre quienes viven tan
cerca de ella que ya no la escuchan. Atribuye a una viñeta de El
Roto de principios de 2007 el dictamen más contundente sobre lo que
sucedía entonces y que los demás no veíamos.
Fueron muchos y muy
notables los casos de corrupción que salían a la luz, unidos muchas
veces a ataques al patrimonio urbano y cultural, hasta llegar a un
grado máximo de vileza ética y estética. Triunfo, en definitiva,
del incivismo y éxito de los trepadores, los corruptos y los
enchufados.
Después de relatar
sus experiencias visitando y viviendo en otros países de los que
dice haber aprendido mucho y que le han ayudado a apreciar lo
español, recuerda la incertidumbre máxima que vivimos tras la
muerte de Franco y el golpe de estado del 23 de febrero de 1981, con
el peligro de perder esa noche lo que con tanta dificultad habíamos
ganado en los últimos años. Afortunadamente no sucedió lo peor, la
democracia se fue asentando y conseguimos unos notables niveles de
bienestar social y libertades públicas antes impensables; si bien
deplora que con el paso del tiempo no supiéramos construir lo que
más falta nos hacía, una verdadera tradición democrática.
Comprueba que ya en
2012 el estado de alucinación colectiva había terminado y que todo
lo que era sólido ya se estaba disolviendo en el aire. Ahora bien,
en medio de la quiebra, mientras se mantienen los mismos fastos de
siempre (caravanas de coches oficiales, televisiones, fiestas,…)
solo se ahorra con decisión en aquello que es fundamental: en
escuelas, en profesores, en asistencia sanitaria, en investigación
científica.
Después de un
lúcido repaso de las últimas décadas, en la tercera parte del
libro el autor alerta del peligro de destrucción de lo creado y, por
tanto, de la necesidad de continua vigilancia. Hace hincapié en la
idea de que construir bien algo valioso cuesta mucho esfuerzo, mucho
tiempo, mucho talento y mucha paciencia, en tanto que destruir es
rápido y no cuesta prácticamente nada. De ahí, pues, la
importancia de no olvidar el valor de la precariedad de lo bueno que
se ha conquistado, porque entonces se olvida también la necesidad de
su defensa constante. Nada está a salvo, insiste. Los derechos
irrenunciables de verdad (la educación, la salud, la seguridad
jurídica que ampara el ejercicio de las libertades y de la
iniciativa personal) son demasiado valiosos como para dejarlos a
merced de la codicia de los intereses privados o de las banderías
políticas.
Mientras había
dinero –recuerda- nada importaba de verdad ni parecía tener
consecuencias; ahora, sin embargo, todo importa entre nosotros. En un
aprendizaje que considera saludable entiende que habrá que aprender
a aprovechar al máximo bienes escasos y a agudizar el ingenio para
sacar recursos de donde parece que no hay. En definitiva, aprender de
los errores y evitar repetirlos.
Pese a todo lo
sucedido, desmiente pronósticos fatalistas al tiempo que hace una
llamada entusiasta a una civilizada rebelión cívica cimentada en
una serie de premisas. A saber: control y petición de cuentas a los
políticos, escrupulosa gestión del gasto público, acuerdos que
ahorren el desgaste de la confrontación inútil, unión de fuerzas,
aceptación verdadera del otro, empezando con una rebaja general y
limitada de las identidades; desoír la palabrería y comprobar los
hechos, que son los que verdaderamente hablan por nosotros. Esfuerzo
colectivo, en suma, de vigilancia reivindicativa y de
responsabilidad, de activismo público y honestidad privada.
Sin perder nunca de
vista que no hay sitio para la certeza, para ninguna certeza. Nada es
tan sólido –concluye- que no pueda desvanecerse mañana mismo en
el aire. Nada es tan inverosímil que no pueda suceder.
Tan solo añadir
para terminar que se podrá estar de acuerdo o disentir, en todo o en
parte, del contenido del libro, pero entiendo que resulta
tremendamente útil para reflexionar y, aparte del disfrute que
supone leer tan magnífica prosa, destacaría mi impresión de que
está escrito con la mayor sinceridad y honestidad, sin rehuir –lo
que cabe subrayar por lo poco frecuente que es- la propia
autocrítica.
Para mí, desde
luego, estamos ante un libro de indispensable lectura.
30.05.2014: Presentación de la novela VENGANZA de John Banville:
(por Mayca Mondrego)
OSCAR WILDE
“EL ABANICO DE LADY WINDERMERE”
Oscar Wilde
nació en Irlanda en 1854 de padres de clase alta y recibe una educación de
acuerdo con su rango social. Su madre, Lady Wilde, con quien siempre mantuvo
una estrecha relación, era poeta y traductora, y su padre, Sir William Wilde, un reputado cirujano que introdujo en Irlanda
técnicas modernas de tratamiento de los ojos y oídos. Sir Wilde tenía aficiones
arqueológicas y llevaba a Oscar en sus descubrimientos de restos de la
antigüedad, que hoy se exhiben, debidamente clasificadas, en el Museo Nacional
de Irlanda. También recopiló supersticiones y leyendas populares que de otro
modo tal vez se hubieran perdido. Como muchos de sus pares, engendró tres hijos
ilegítimos, que Oscar tuvo ocasión de conocer. Su madre fue tomada como modelo por el autor para alguno de los personajes de sus comedias.
Oscar la recordó cuando en “La importancia de llamarse Ernesto” Lady Bracknell
pregunta “¿es esa tal señorita Prism una fémina de aspecto repugnante y
lejanamente emparentada con la educación?”. El reverendo Chasuble responde
indignado: “Es la más educada de las señoras y la imagen misma de la
respetabilidad”. “Evidentemente, hablamos de la misma persona”, responde Lady
Bracknell.
En 1874
llegó a Oxford, después de terminar sus estudios en el Trinity College de
Dublín. Uno de sus profesores le dijo: “No es usted lo bastante inteligente
para estar entre nosotros. Lo mejor es que se largue pitando a Oxford”
En Oxford
permaneció durante algo más de cuatro años, donde se licenció en lenguas
clásicas. Su estancia en Oxford le hizo estar inmerso en una sociedad que le llevó
a frecuentar a los intelectuales del
momento. Su acento de Dublín desapareció
para dar lugar a un inglés claro y elegante, que llegó a asombrar a Yeats y a
otros después. Se vestía como un dandy. Su refinamiento de la palabra y su
forma de comportarse eran fruto de esa corriente esteticista representada por
dos antagonistas, Ruskin y Pater, este último alumno del primero. Pater
afirmaba que puesto que la vida es un flujo de actos momentáneos, debemos
cultivar al máximo cada momento, teniendo por objetivo, “no el fruto de la
experiencia, sino la experiencia misma”. Esta frase más tarde la plagiaría en su “Retrato de Dorian Gray”. Ruskin
mantenía que la moralidad jugaba un papel fundamental y que la belleza debía
estar asociada al bien. Lo que para Ruskin era vicio aborrecible, para Pater
era hedonismo seductor. Oscar preconizaba la tesis de la superioridad del Arte
sobre la Naturaleza. Hacía
gala de rebeldía ante sus superiores y le divertía atentar contra la autoridad.
A lo largo
de su vida, siempre se debatió entre diferentes tendencias. Entre corrientes
estéticas y corrientes religiosas. Estuvo a punto de convertirse al
catolicismo, pero una visita a Roma le hizo acabar con sus dudas: Entre el amor
por las mujeres y el amor por los hombres. Desde sus días de Oxford hubo
ambigüedad en sus inclinaciones sexuales. Estuvo prometido con quien más tarde
sería esposa de Bram Stoker, autor de “Drácula”. Se casó y tuvo dos hijos, pero
eso no le distrajo de otro tipo de relaciones. En sus relaciones con mujeres
contrajo la enfermedad maldita de la época, la sífilis, que contribuyó a su
muerte a una edad muy temprana.
En 1990
conoció a un joven llamado Lord Alfred Douglas, iniciando una apasionada
relación. En una Inglaterra puritana, con una doble moral que admitía todo tipo
de comportamientos, siempre que se hiciera en la clandestinidad, chocó con la
“moral oficial” Hubo un juicio incoado por el marqués de Queensberry, padre de Lord Alfred Douglas, en el que fue
condenado a dos años de cárcel, en Reading, por conducta escandalosa. Este marqués fue el
que estableció las normas del boxeo tal como se conoce hoy. Habría que
preguntarse si tener que asumir el hecho de tener un hijo con tendencias
“anormales” cuando no hay nada más viril que el boxeo, no influiría en el
encono que profesaba a Wilde. En “Die
profundis”, Oscar escribe desde la cárcel una larga carta a su amante reprochándole
el olvido al que se ve sometido, cuando en la época de su relación era “Bosie”
quien imponía su presencia, sus caprichos, incluso impidiendo a Wilde que siguiera
escribiendo, logrando absorber su vida entera. Esta carta nunca fue enviada, ya
que no se trataba de un mensaje familiar.
En 1997,
dejó la prisión y se trasladó a Francia, donde murió en 1900, arruinado y
viviendo de la caridad de sus amigos.
Fue
admirado y denostado en igual medida. La sociedad retratada por él en sus
comedias no podía sino rechazarle, ya que se comportaba con total libertad,
contraviniendo toda norma de conducta, basada en un comportamiento estricto, en
una moralidad oficial. En su novela “El retrato de Dorian Grey” vemos ese
comportamiento dual: las mismas personas que se regían por unos códigos establecidos,
los dejaban de lado en el momento en que se sumergían en esa sociedad tan ajena
a ellos.
-
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La comedia
inglesa, después de una gran popularidad en el siglo XVII y comienzos del
XVIII, con autores que gozaron de gran prestigio, como William Wycherley,
Richard Brinsley Sheridan, y John Gay, declinó debido a un cambio en los gustos
de una sociedad burguesa, que favorecía obras de un carácter más sentimental y
moral. En la época victoriana no se habrían permitido este tipo de comedias y
es solo a finales del XIX cuando este tipo de teatro vuelve a tener éxito,
aunque con un tono más ligero e ingenioso.
Oscar
Wilde, un autor ya muy reconocido a través de numerosas obras que incluyen
relatos cortos, poemas, ensayos y su muy famosa novela “El retrato de Dorian
Gray”, escribe unas cuantas comedias en las que brilla todo su ingenio. En
ellas retrata una clase social en la cual se mueve, haciendo un análisis
descarnado de ella, pero de una manera inteligente y aparentemente superficial.
Las más representadas hasta nuestros días son: “La importancia de llamarse
Ernesto”, “El abanico de Lady Windemere” y “Un marido ideal”. Un dato curioso
es que mientras se estaba juzgando al autor por conducta deshonesta, su obra
“La importancia de llamarse Ernesto” se estaba representando en uno de los
principales teatros de Londres. La obra no se suspendió, pero sí se borró el
nombre del autor.
Otros
autores contemporáneos que contribuyeron al éxito de la comedia fueron Bernard
Shaw y los hermanos Gilbert and Sullivan. Estos últimos caricaturizaron a Oscar
Wilde en una de sus obras, lo que viene a corroborar aquello de: “Lo importante
es que hablen de uno, aunque sea bien”. Más tarde Noel Coward seguiría sus
pasos.
Su comedia
“El abanico de Lady Windermere” es un retrato de esa sociedad puritana, tan
victoriana. El mal y el bien perfectamente delimitados, sin espacio para el
compromiso, que entra en conflicto cuando se introduce un elemento que obliga a
los personajes a replantearse unos códigos de conducta esculpidos en mármol.
Hoy nos puede parecer que trata de un tema pasado de moda, pero sigue vigente
cuando nuestras ideas son puestas en conflicto con situaciones puntuales.
(HABLAR DE PODEMOS, SI VIENE AL CASO)
Por último,
he aquí algunas de esas frases llenas de ingenio que le hicieron famoso:
“Sólo
podemos dar una opinión imparcial sobre cosas que no nos interesan, sin duda
por eso mismo las opiniones imparciales carecen de valor”
“Perdona
siempre a tu enemigo. No hay nada que le enfurezca más”
“Las preguntas
no son indiscretas, más a veces sí lo son las respuestas”
“Cualquiera
puede simpatizar con las penas de un amigo; simpatizar con sus éxitos requiere
una naturaleza delicadísima”
“Hay
pecados cuya fascinación está más en el recuerdo que en la comisión de ellos”
“Experiencia
es el nombre que damos a nuestras equivocaciones”
Alicante, 25/01/11
(Revisado 29/05/14)
04.04.2014: Presentación de la novela VENGANZA de John Banville:
(por Pilar y Mayca Mondrego)
JOHN BANVILLE / BENJAMIN BLACK.
John Banville es el último de una
larga saga de escritores en lengua inglesa de origen irlandés, que incluye a escritores de la talla de James
Joyce, Bernard Shaw, Oscar Wilde, Yeats, Becket, entre otros. Un amigo inglés me
contestó a la pregunta de cual era la razón de que hubiera tantos irlandeses en
el Olimpo de las letras inglesas, que podría deberse a que Irlanda es un país
en el que abundan los cuentos, un folklore rico en seres míticos, un idioma
propio, en historias contadas al calor de la lumbre en un entorno aislado por
la dureza del clima y por una historia de guerras y conquistas de una libertad
que tardó mucho tiempo en ser una realidad. Me hizo recordar en cierta medida a
Galicia, donde se dan muchas coincidencias climáticas y con fuerte arraigo de
leyendas propias.
Nace en Irlanda en 1945, dentro
de una familia fervientemente católica, especialmente su madre, como por otra
parte la mayoría de las familias en su entorno. Estudió en un colegio católico,
conservador, en una Irlanda no muy lejana de la actual, en la que la Iglesia controlaba todo,
incluso la política (¿nos suena?). Esta atmósfera le animó a dejar todo aquello atrás, y renunció a ir a
la universidad, cosa que más tarde lamentaría: dice que perdió cuatro años de
borracheras y enamoramientos. Empezó a trabajar como empleado en Air Lingus, la Compañía Aérea irlandesa, lo
que le permitió viajar a muy bajo precio por Europa, especialmente a Grecia e
Italia. Después de pasar un par de años en EE UU, donde conoció a su primera
mujer, regresó entró a trabajar en el “Irish Press, donde llegó a ser
subdirector. A su cierre pasó a trabajar en el “The Irish times, donde llegó a
ser jefe sub-director.
Conoció a su mujer, Jane Dunham,
durante su estancia en California, con quien tuvo dos hijos y de la que se
separó. De su actitud mientras estaba en proceso de creación decía que era
“como un asesino recién llegado de uno de sus asesinatos especialmente
sangrientos “. Actualmente vive con Patricia Quinn, siendo padres de dos hijas.
Actualmente es considerado uno de
los más prestigiosos escritores en lengua inglesa, dueño de una prosa a la que
desea dar la densidad y precisión de la poesía: ha ganado premios literarios
como el Broker Prize en 2005 por “El mar”, el Franz Kafka en 2011, el Austrian
State Prize for European Literatura en 2013. Hoy es considerado un firme
candidato al premio Nóbel, heredero de Proust con rasgos de Nabokov.
En sus primeros años como
escritor, Banville admite que intentaba imitar a Joyce en sus “Dublineses” por
su manera de describir la vida real, aunque también admite que todo escritor
irlandés se siente influenciado por Joyce y Beckett. Sus críticos de ese
período apuntan que su prosa tiene reminiscencias de Henry James, opinión con
la que Banville está completamente de
acuerdo, admitiendo la influencia de este escritor.
Bajo la firma de John Banville,
se trata de un escritor que medita cada una de sus frases, es un trabajo arduo,
sosegado, en el que cada día debe enfrentarse a los errores cometidos el día
anterior. Cada uno de sus libros supone años de trabajo, y después de su publicación
de uno de sus libros, confiesa no leer las críticas, ya que él sabe mejor que
nadie dónde radican sus posibles errores y carencias.
En 1989 fue uno de los finalistas
para el Broker Prize, un prestigioso premio literario. No fue ganador, lo que
dio lugar a algún debate acalorado sobre esto, lo que le valió que en algunos
círculos oficiales se le definiera como “el perfecto caballero-canalla”: Atildado
y suave en las formas, pero con un discurso ácido y sarcástico que despertaba
cierta animadversión
Con su pseudónimo Benjamín Black, descubrimos
a un nuevo Banville, éste como escritor de novela negra. Donde una novela
firmada por John Banville le lleva algunos años terminarla, como Benjamín Black
se ve arrastrado por la historia y solo le lleva algunos meses. Puede parecer
que la calidad de la escritura se resienta, pero ello no es así. Su maestría
descriptiva, su humor cáustico y frío casa muy bien con su personaje estrella, el
doctor Quirke y el inspector de policía Hackett. En estas novelas retrata una
sociedad conservadora, en la que ocurren dramas y asesinatos que se resisten a
salir a la luz, especialmente cuando los hechos transcurren en familias
burguesas. Hoy damos una pequeña reseña del título que hemos elegido, “Venganza”.
Preguntado cómo puede conciliar esa ambivalencia y de cual de ellos se siente mas próximo, si de Bamville o de Black, el escritor responde que son dos maneras de trabajar completamente distintas, dice. Para justificarse dice que todos tenemos múltiples personalidades e interpretamos el papel que nos toca en cada momento. La convivencia de dos escritores a la vez me resulta fácil, ya que durante 35 años durante el día era escritor y por la noche periodista. Era la misma persona pero con distintos roles. Y eso, ser dos tipos de escritor tan diferente si que era complicado, porque trabajando como periodista tienes que ser normal, mientras que en la soledad de tu casa no necesitas fingir nada.
Para intentar explicar cómo hace para escribir de forma tan diferente siendo la misma persona, dice que escribe en mesas distintas cuando es uno u otro. Siendo Black escribe directamente en ordenador. Bamville no puede hacerlo de este modo porque es demasiado rápido. Banville necesita la pluma, Black la pantalla. Eso significa por supuesto que Black está mucho más cerca del siglo XXI que Banville.
Para John Banville, considerado por algunos críticos como “el mayor novelista vivo en lengua inglesa” vivir quiere decir caer, esconderse, huir, perderse. Así les ocurre a los protagosnistas de sus obras: El libro de las pruebas; Athena; El intocable; Eclipse.
Este escritor que dirige desde hace muchos años las páginas literarias de The Irish Times, vive en la punta norte de la bahía de Dublín, junto a los míticos lugares joycianos, y que se sitúa entre Joyce y Beckett, aunque destaca la influencia de Nabokov, Hay algo en su escritura que recuerda-pese a la diferencia de temas y estilos- a Joseph Conrad por su capacidad de hacer comprender cosas como el valor, la fidelidad, el amor, mediante el relato de historias de vileza, traición e infamia.
Ironista consumado, Banville tiene además ese don infrecuente: la capacidad de conmover. La carga emocional de su prosa es inclemente con el lector; produce vértigo y exaltación, risa y aflicción.
Y aquí terminaría yo la presentación de Bamville, el autor de al menos 18 obras, acreedor de numerosos premios y distinciones, reconocido sobretodo en lengua inglesa pero también en español, ya que gran número de sus obras (por no decir todas) han sido traducidas.
Y ahora pasamos a describir a Benjamin Black, el autor de novela negra que es el género que queremos abordar en esta Tertulia.
Sobre
la novela negra y su importancia en la literatura se ha hablado ya en esta Tertulia en
diferentes ocasiones. Mayca lo hizo en
su día, donde citó a no pocos escritores
de este género. Mas recientemente fue Joaquín en su presentación de “Con el agua
al cuello” de Petros Márkaris, en cuya página de presentación figuran útiles y
provechosas páginas sobre el género y sus autores.
Dice
Benjamin Black que el irlandés odia el verano, y que él combate el tedio estival escribiendo
novela negra. Ya ha escrito seis, cinco ambientadas en el Dublín de los años 50
y protagonizadas por Quirke, un patólogo solitario y bebedor, acompañado por
Hackett, un inspector de policía algo escéptico. Nos presenta un Dublín de los
años 50, con una sociedad provinciana, en la cual las familias influyentes se
creen a salvo de la justicia, que como en todas partes disfruta de una cierta
inmunidad. La literatura negra de hoy es
cada vez mas violenta, más sangrienta, dice Black. Es hora de volver a la
caballerosidad, el honor, a una violencia educada, así pues Quirke es
simplemente un hombre curioso.
El
autor dice en una entrevista que está muy orgulloso de los libros de Black, para
los que le bastan tres meses para terminar sus noveles, en contraste con las
obras de Banville en las que tarda entre tres y cinco años antes de poner el
punto final. Black, dice, es un
artesano, Banville un artista.
Recientemente,
en Babelia, en el suplemento de los sábados de El País, se publicó un artículo
sobre el escritor titulado “Piezas de artesanía”, en el que se dice que John
Banville ha adoptado una tercera personalidad para escribir su última obra “La
rubia de ojos negros”, novela que firma su “alter ego” Benjamin Black y que
recupera el espíritu de Raymond Chandler, escritor americano de novela negra.
Para
muchos es un enigma que un escritor reputado como es John Banville se preste a
escribir esta novela. Dice que si alguien le hubiera sugerido hace veinte años
escribir algo así , su reacción habría sido preguntar si estaba loco el
que se lo proponía,,pero ahora, argumenta,
tiene una edad en la que necesita probar
cosas nuevas para no marchitarse, para
no consumirse.” Me divierte y estoy en un momento en el que me puedo permitir
asumir riesgos, hacer estupideces”.El propio Chandler, George Simenon, James M.
Cain y
Richard Stark son los padres de Benjamin Black. Para los amantes de la
novela negra, Raymond Chandler pertenece al tiempo atemporal de los mitos, de
donde ahora lo rescata John Banville
alias Benjamin Black
Sobre
los mitos Banville dice que tienen la gracia de la resurrección incesante y
fabulosa: inmortales griegos, bíblicos, evangélicos, artúricos y caballerescos,
dráculas, tarzanes y peterpanes, Sherlock Holmes y James Bond, Poirot y Maigret.
Toleran la repetición sacralizadora pero también la broma y el pastiche. Los
recreadores de mitos no son ladrones de
cadáveres, sino de seres vivos que reviven sin fin-
En
las obras de Benjaminn Black sus historias están muy próximas a las de Raymond Chandler o Dashield Hammet; apenas
cambia los Angeles por el Dublín de los años 50.
John
Bamville dice en una de sus muchas entrevistas, algunas de las cuales
aparecen citadas en el Blog para su
consulta. “Banville es un artista, Black un artesano. Estoy muy orgulloso de
los libros de Black, en cambio, mi relación con los libros de Banville es muy
complicada, tan oscura que apenas alcanzo a entenderla. No entiendo por qué los
odio tanto. Para ser un artista, para hacer una obra de arte, debes gozar de
libertad absoluta para hacer lo que te
venga en gana, y cuando escribes novela negra, en ella siempre debe haber un
crimen. Eso restringe bastante tu libertad. Por eso creo que el género
policiaco nunca podrá elevarse a la categoría de arte.
VENGANZA
Durante
mucho tiempo, la novela negra ha sido considerada como literatura de segunda
clase, excelente para pasar el rato pero no para ser tomada en serio.
Afortunadamente,
actualmente esa opinión ha cambiado totalmente, y es sorprendente el número de escritores
que son ávidos lectores de este género. Lo cierto es que como alguna vez ya se
ha dicho en esta Aula, no hay género de segunda clase. Hay buena y mala
literatura, cualquiera que sea el tema elegido para desarrollarla.
Benjamín
Black es un escritor brillante, tanto bajo esta firma como cuando firma John
Banville, su verdadero nombre. Aprovecha este género como un divertimento, pero
su maestría es evidente, se despliega en cada una de sus páginas. Su personaje
principal, el doctor Quirke, es un patólogo, y a través de este personaje nos
hace una disección de la sociedad del Dublín de los años cincuenta, con sus
hipocresías, sus dramas. Una sociedad cuyos miembros preeminentes esconden sus
miserias, con poder para ello.
Como
dice Black, en toda novela negra hace falta un cadáver, y en la que hemos
elegido leer, “Venganza” éste se nos presenta en las primeras páginas. A partir
de ese momento nos presenta una familia adinerada, con personajes tremendamente
complejos, en los que no abunda la relación familiar, en los que la lealtad es
más importante que el amor. Las relaciones se asientan más por razones
comerciales que personales. Su manera de describir está llena de poesía “la
casa se estiraba y crujía bajo la luz del nuevo día” y su descripción de
personajes es realista pero no hiriente. La viuda del muerto, su hermana, los
gemelos.. y no nos olvidemos del colérico padre, incapaz de un gesto amable. De
la madre de Davy, Sylvia, nos dice “:
su pelo era rubio, o
quizá más gris que rubio, y estaba recogido en un moño del que habían escapado
algunos mechones rebeldes. Pensó que aquel era el máximo desaliño que esa mujer
se permitiría, pues no parecía la clase de persona que se mesa los cabellos”
Se
disfruta con cada página, y como dicen los ingleses, es un “page turner”, o sea
que no se puede dejar de leer hasta el final
Alicante,
02/04/14
Para quien este
interesado en conocer mas profundamente a John Banville, existe en Internet
numerosa información en relación a su persona y obra. Aquí he recopilado
algunas páginas que me han parecido interesantes sobre entrevistas que se le
han realizado en nuestro idioma,
John Banville con Rodrigo Fresan (Entre vista)
Entrevista digital con
John Banville en el País.
John Banville en ABC: “Me
avergüenzan mis novellas”.
Maestro de la primera
persona según la revista Ñ de Caalrin.com.
04.04.2014: LA NOVELA NEGRA:
Nuestra compañera Mayca nos envía este trabajo previo a la presentación de la NOVELA NEGRA.
En la película
“El tercer hombre” basada en un guión de Graham Greene, un escritor que escribió algunas novelas excelentes
de espionaje, la última escena transcurre en la red de cloacas de Viena.
La novela
negra con frecuencia nos lleva a través de las cloacas de la sociedad, un mundo
con el que no entramos en contacto, igual que no bajamos a las cloacas de
nuestras ciudades. Este es un mundo del que solamente sabemos a través de la
noticia de algún asesinato, que enseguida desaparece de la actualidad sustituido
por otras, quedando ésta sumidas en esas cloacas.
Hablar de
novela negra no quiere decir hablar de literatura de segundo orden. Solo debemos
hablar de novela, y ésta puede ser buena o mala. Solo al elegir un tema
determinado se le podrá adscribir al llamado
“género negro”.
Los escenarios
de estas novelas han cambiado con el tiempo. En los años treinta del siglo
pasado, en Norteamérica las historias de
detectives reflejaban una sociedad corrupta, ambiciosa; una sociedad en la que
todo valía para la consecución de sus fines. Escritores de la talla de Dashiell Hammett, Raymond Chandler, James Ellroy, Ed McBain crearon unos detectives que nos ayudaban a comprender
esa realidad. Eran personajes desengañados, pesimistas. El cine nos ha permitido
que detectives como Sam Spade, Philip Marlowe, cobren presencia física. Son jugadores solitarios,
con contactos en los bajos fondos, en esas cloacas en las que se mueven a sus
anchas, donde todo se compra y se vende. Otro tema esencial en este género de
novela es la corrupción policial y política, tan entremezclada que es difícil saber dónde están los límites. En
ellas hay héroes y villanos, no tan alejados de los héroes de otros siglos, que
dedicaban su vida a luchar contra los opresores.
El tema de la
mafia merecería capítulo aparte, dadas las circunstancias especiales que
contribuyeron a su auge, en la época del la “Ley seca”. Los Al Capone, Dillinger y otros no hubieran podido existir si esta ley no
hubiera dado base a un comercio que manejaba ingentes cantidades de dinero, lo
que permitía la compra de voluntades en estamentos de la judicatura y policial.
La violencia que marca estos años de la sociedad hace que la acción sea un rasgo
predominante en la novela norteamericana, lo que la diferencia en gran medida de
la novela del mismo género a este lado de Atlántico,
Europa.
Europa no
puede ser considerada como una entidad homogénea, y la literatura refleja esta
diferencia. Cada período se refleja en la literatura de una manera determinada,
y el género que nos ocupa no es una excepción. Diferentes épocas, diferentes
realidades: La novela inglesa, de gran tradición, ha evolucionado desde el
S-XIX, donde la historias se mezclaban con la fantasía –en “La dama de blanco”,
una novela típicamente victoriana de Wilkie Collins, mezcla la
realidad con alguna aparición sobrenatural –, a la realidad actual, mucho más
prosaica. Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes, en alguno de sus relatos hace alguna incursión en
algún tema de fantasmas, aunque siempre solucionados de manera realista. Por
cierto, Arthur Conan Doyle, en sus últimos años, estuvo dedicado casi en
exclusiva a la divulgación de la existencia de hadas.
Uno de los
escritores ingleses apenas conocidos en nuestro país es Dorothy Sayers. Una escritora de
una cultura vastísima, crea un detective, Lord Wimsey,
cuyo hobby es solucionar casos de difícil solución, y ello a través de la idea
de Aristóteles de que “siempre se debe preferir lo imposible probable a lo
posible improbable”. Aristócrata, no está presionado por necesidades económicas
y dispone de todo el tiempo necesario para la resolución de sus casos. Tiene un
ayudante, su mayordomo, que le ayuda a seguir una línea de pensamiento, esencial
para su trabajo. En esto hay un paralelismo con Conan
Doyle, cuyo detective, Sherlock Holmes dispone de Watson para ayudarle a pensar, al hacerlo en voz alta. Edgar Allan Poe, en su relato “Los crímenes de la calle Morgue ” pudiera haber
servido de ejemplo, ya que en ese relato también tiene alguien con quien razonar
las dificultades que presenta un crimen al parecer
insoluble.
Otra
peculiaridad de la novela inglesa es que tiene un mayor número de mujeres
escritoras dedicadas a la literatura policíaca, y en eso también sigue una línea
paralela a la literatura inglesa en general. Pocos países pueden presentar un
plantel de mujeres escritoras de gran éxito a través del tiempo, como las
hermanas Bronté,
George Eliot, Jane
Austen, etc. En la actualidad P.D.
James , Ruth Rendell son dignas
representantes actuales de la literatura, en la que el tema elegido puede
desanimar a escépticos conocer a estas excelentes escritoras.
El Continente,
como gusta a los ingleses denominar al resto de Europa, tiene sus propias
realidades, y sus propios escritores. En Francia, pese a ser belga, el escritor
más conocido es Simenon, cuyo alter ego, el comisario
Maigret, tiene la capacidad de ponerse en el lugar del
culpable, siguiendo la línea europea de tratar de saber “por qué” alguien ha
cometido determinado delito, no tanto el “cómo”. Fred
Vargas es una escritora francesa actual, de una gran cultura, con un tratamiento
original del género.
La diversidad
europea se refleja en sus diferentes escritores. Henning Mankell, un escritor sueco
de gran popularidad, a través de su personaje Kurt
Wallander retrata una sociedad que considera en franca
decadencia, donde los valores tradicionales han perdido vigencia, donde la
globalización traspasa fronteras, y por ende los delitos con los que se
encuentra. Aquí también encontramos a un personaje desencantado, divorciado, con
una hija con quien mantiene una relación difícil, que nos recuerdan algo a Sam Spade o Philip Marlowe, personajes de los
años treinta en Norteamérica. Stieg Larsson es el último autor de éxito de la novela
sueca.
En Italia, más
que en la mayoría de los países europeos, la novela policíaca cubre los temas
que no se tratan en las comisarías. La mafia está tan imbricada en el Estado que
es difícil, si no imposible, investigar cualquier delito sin que aparezcan los
cortafuegos erigidos como salvaguarda de estamentos intocables. Autores como
Leonardo Sciascia hicieron incursiones en los años
duros de las Brigadas Rojas, pero hay cosas que no deben cambiar y cualquier
método es válido para que esto sea así.
Andrea Camilleri, un autor siciliano, nos
muestra una sociedad en la que la mafia, la política, el dinero, los lazos
familiares son tan fuertes que suponen un frente contra el que cualquiera puede
estrellarse.
En España la
novela negra es un fenómeno relativamente reciente, y todavía no resulta fácil
leer a nuestros autores, haciendo quizá una excepción con Vázquez Montalbán y su
detective Carvalho. Como anécdota hay que decir que el
personaje estrella de Camilleri, el autor siciliano,
lleva el nombre de Montalbano, en homenaje al escritor español. Otros escritores
españoles que merecen ser más leídos son Juan Madrid, Andreu Martín, Lorenzo Silva, entre otros.
¿Y qué decir
de Francisco García Pavón? Premio Nadal en 1970, fue el creador del primer
detective en la literatura española. Se trata de Plinio, jefe de la Policía Municipal de Tomelloso. Echando mano del sentido común, el menos común de
los sentidos, resuelve casos que al principio, como tan frecuentemente ocurre,
parecen insolubles.
Hay otros
países, otros autores, que no se han tratado en este artículo, pero bien por
falta de espacio o de mayores conocimientos no lo hacen
posible.
El cine ha
sido, y es, un gran divulgador de este género, pero su extensión no permite
prestarle aquí la atención que se merece.
La conclusión
es que la novela negra debe ser tratada como lo que es, literatura, y como tal,
clasificada entre buena o mala, y no eliminada a priori. Habrá que leer a los
clásicos del género para poder apreciar en su valor la actual.
24 febrero
2009
07.03.2014: MI VIDA QUERIDA de ALICE MUNRO
(Presentación María Verdú)
PRESENTACIÓN
ALICE MUNRO: Premio
Nobel de Literatura 2013
Minuciosa, sutil, poética, capaz de
captar todas las facetas de la naturaleza humana y hasta de parecer cruel. Así
se disfruta la literatura de Alice Munro, sin duda a la altura de la
celebridad que implica la obtención del Premio Nobel de Literatura.
"Maestra de los cuentos cortos contemporáneos", la definió la
Academia Sueca. Con eso todo quedó dicho.
Por primera vez el Nobel de las letras viajó a Canadá. Lejos del Japón de Haruki Murakami, uno de los favoritos, pero cerca de Estados Unidos, tierra de otros firmes candidatos como Philip Roth.
Por primera vez el Nobel de las letras viajó a Canadá. Lejos del Japón de Haruki Murakami, uno de los favoritos, pero cerca de Estados Unidos, tierra de otros firmes candidatos como Philip Roth.
La Academia le otorgó el Nobel por su delicado arte de narrar, su claridad y su realismo psicológico. "Es fantástica para describir al ser humano", fundamentó el jurado, y recordó que en Canadá más de una vez la compararon con Anton Chéjov. Junto a su amiga Margaret Atwood conforman la primera línea de la literatura femenina de su país.
No fue una sorpresa la elección de Munro.
Joyce Carol Oates figuraba también entre las candidatas. La sensación de que el
Nobel podía rumbear hacia América del Norte estaba firme, teniendo en cuenta la
rotación de continentes que viene siguiendo la Academia sueca a la hora de
adjudicar el premio. Fue Asia el año pasado (el chino Mo Yan), Europa en 2011
(el “local” Tomas Transtromer) y América Latina en 2010 (Mario Vargas Llosa).
Desde hace medio siglo Munro viene configurando una literatura de la cotidianeidad con forma de relatos breves, aparentemente simples en su estructura, densos en el tratamiento de personajes fácilmente reconocibles y queribles. Se la considera pionera y eximia representante del realismo moderno canadiense. Junto a Margaret Atwood constituyen el pilar de las letras femeninas de su país.
El Premio Nobel de Literatura
supone uno de los eventos más importantes del calendario literario anual y su fallo es seguido por millones
de personas. Su relevancia convierte a los autores premiados en referente
durante varios meses y ayuda a la difusión de literaturas minoritarias o poco
conocidas. Es, sin duda, uno de los mayores reconocimientos posibles a la
carrera literaria de un escritor.
Maestra de los relatos cortos
contemporáneos, la escritora canadiense obtuvo el galardón a los 82 años. Sus
personajes suelen ser mujeres marcadas por la dureza del día a día, seres
atribulados y queribles. El año pasado había anticipado que no volverá a
escribir y subrayó que el Nobel no la hará cambiar de parecer. Ella sirve de
inspiración para cuentistas de todo el mundo.
Trece mujeres recibieron el Nobel de
Literatura. La sueca Selma Lagerloef fue la primera, en 1909.
BIOGRAFÍA
Alice
Ann Munro, de
nacimiento Alice Ann Laidlaw nació el 10 de julio de 1931 en Wingham, Ontario, en
el seno de una familia presbiteriana de una ética estricta. Hija de una
profesora y un granjero, se crió en un ambiente austero que años después
definiría, en gran medida, la brillante sencillez de su obra.
Cursó estudios de periodismo y
filología inglesa en la Universidad de Western Ontario pero los abandonó para
casarse y ser ama de casa. Conoció en la Universidad de Western Ontario a James
Munro, con el que contrajo matrimonio en 1951 y se trasladó a Vancouver. Vivió
veinte años en la Columbia Británica. Tuvo su primera niña a los 21 años, y en
1963, cuando ya era madre de tres hijas, se trasladaron a Victoria, donde
regentó junto a su marido la librería Munro's Books. Divorciados en 1972,
regresó a Ontario donde fue nombrada escritora-residente en su antigua
universidad. Volvió a casarse en el año 1976, con Gerald Fremlin.
El
10 de octubre de 2013 fue galardonada con el Premio Nobel de Literatura, la
decimotercera mujer en obtener el galardón más importante de las letras
universales y la primera de Canadá. La Academia destacó su trayectoria como
"maestra del relato corto", así como su "armonioso estilo de
relatar, que se caracteriza por su claridad y realismo psicológico".
Además recibió en 2009 el Man Brooker y fue finalista del Premio Príncipe de
Asturias de las Letras en 2011.
Varias
veces candidata al Premio Nobel de Literatura, el universo de Alice Munro está
habitado en su mayoría por protagonistas femeninos, mujeres fuertes que, bajo
una apariencia de lo más apacible, esconden sentimientos y emociones secretas.
Ella
misma podría haber protagonizado alguno de sus cuentos, ambientados siempre en
pequeñas localidades de la provincia de Ontario (Canadá).
Alice
Munro, que en sus relatos sabe describir con detalle el tipo de cosas que un
matrimonio no puede hacer tras la llegada de un hijo, se cuenta entre las
escritoras y escritores condicionados por el llamado pram in the hall. La
frase fue acuñada por Cyril Connolly (Enemigos de la promesa, 1938): There
is no more sombre enemy of good art than the pram in the hall. (No hay enemigo más sombrío del
buen arte que el cochecito en el hall).
A
este respecto, es interesante la respuesta que Munro ofrece en la entrevista
realizada por Juana Libedinsky (“Munro con las mujeres”, en La Vanguardia,
27-5-2009.
“¿Es
muy distinta la escritura de cuentos de la de novelas? No tengo la menor idea.
Adoraría escribir ahora una novela, pero el cuento es la forma en la que me
siento cómoda. Siempre pensé que iba a ser novelista. Me decía que, cuando
crecieran mis chicos y tuviese más tiempo, iba a hacerlo. El cuento estaba determinado
por las siestas de mis hijos. Pero resultó que esa fue la manera en la que
aprendí a escribir y ya no pude hacer otra cosa. Igual debo aclarar que las
novelas que más me gustan son las cortas.”
OBRA
LITERARIA
Fundamental en el realismo moderno
literario de su país. Autora de mundos corrientes que tras su serenidad
esconden tormentas afectivas y sentimentales a punto de desatarse. Dedicada a
la literatura a los 30 años, con cuentos y relatos que vendía para la radio
pública canadiense CBC donde, gracias a
los esfuerzos de los jóvenes fundadores, se leían (y pagaban) los textos de
escritores nacionales, aunque se inició en el mundo de los relatos antes de cumplir 20 años tras publicar "Las dimensiones de una sombra"
(1950), en una revista de estudiantes.
Logró un gran éxito con su primer
libro de relatos, “Danza
de las sombras felices” (1968), por el que consiguió el
Governor General's Literary Award, premio
que volvió a ganar con “¿Quién
te crees que eres?” (1978) y “El progreso
del amor” (1986). Por su segundo libro de relatos,
“Vidas de chicas
y mujeres” (1971), le concedieron el Canadian Bookseller Award.
También escribió los relatos “Something I’ve Been Meaning to Tell
You”(Algo que he querido decirte) (1974). Posteriormente
editaría colecciones de relatos como “The
Beggar Maid” (La criada mendiga)
(1978), “Las lunas de
Júpiter” (1985), que The New York Times calificó
como uno de los mejores
del año y “Amistad de
juventud y Secretos a voces” (1994). Logró reconocimiento con
los relatos de “Odio,
amistad, noviazgo, amor, matrimonio” (2001) y después con los
de “Escapada”
(2004). El denominador común de sus narraciones cortas es la localización
geográfica en una zona conocida como 'Munro
Tract' (el Condado de Munro) y están protagonizadas por
personas normales inmersas en situaciones cotidianas.
En su obra “La vista desde Castle Rock”
(2006), trata sobre los orígenes de su familia, en parte escocesa, emigrada al
Canadá, posteriormente publicó “Demasiada
felicidad” (2009). En 2012 aparece otro de sus libros de
relatos, “Dear Life”.
Aclamada por su fina manera de relatar, caracterizada por la claridad y el
realismo psicosocial, algunos críticos la consideran la Chejov canadiense.
De
entre la obra de Munro habría que destacar títulos
como “La
vista desde Castle Rock”,
“Las lunas de Júpiter” o
“Mi vida querida” (su última antología
publicada) donde demuestra su maestría en el relato, campo en el que ha
destacado siempre como una de las grandes autoras en lengua inglesa. Ganadora
en 2009 del Premio Man
Booker, uno de los más importantes de la literatura anglosajona.
Ian
Willms (The New York Times)
Cuando Alice Munro publicó su
primera colección de cuentos, “Dance of the Happy Shades”, en 1968, la literatura
canadiense en lengua inglesa apenas existía. Algunos grandes clásicos —Robert
Service, Stephen Leacock, Lucy Maude Montgomery, Mazo de la Roche— habían
insinuado la posibilidad de una literatura propia de las ex-colonias de América
del Norte, pero faltaba establecer una reconocible (y reconocida) identidad
literaria.
Con
perseverante determinación, algunos jóvenes escritores de lengua inglesa se
lanzaron a la grandiosa empresa de fundar una literatura nacional. Tuvieron que
tratar de hacerse visibles a la sombra de dos avasalladores gigantes:
Inglaterra y Estados Unidos. Tan menoscabada era su identidad nacional que
hasta mediados de los años ochenta todo escritor publicado en inglés debía
firmar un contrato en el cual el Canadá aparecía como un territorio perteneciente
a uno u otro imperio literario.
Gracias
a los esfuerzos de una pequeña banda de amigos —Margaret Atwood, Graeme Gibson,
Denis Lee, Alice Munro y algunos pocos más— empezaron a aparecer librerías
especializadas en la producción del país, editoriales nacionales como
MacLelland & Stewart y Coach House Press, y la Unión de Escritores
Canadienses, fundada en 1973.
Para
ofrecer una suerte de manual de identidad intelectual a sus conciudadanos,
Atwood, bajo la influencia del gran crítico canadiense Norhrop Frye, publicó en
1972 “Survival”, explicando no solo el
mito central de su país —el de la víctima que intenta sobrevivir en medio de
una naturaleza inhóspita— sino también una guía práctica de lugares donde
adquirir libros, películas y discos del Canadá. El grupo consiguió imponer un
sistema de becas provinciales y federales, y un apoyo gubernamental a la
difusión de obras canadienses.
El genio literario de Munro fue reconocido desde su
primer libro, que obtuvo el mayor galardón literario del país, el Premio del
Gobernador General
La
contribución de Alice Munro a esta empresa intelectual fue menos política y más
literaria. El más dinámico promotor de esa generación fue Robert Weaver, quien
difundió, aconsejó y apoyó la obra de muchos autores hoy célebres, entre ellos
Munro.
Comenzó
a publicar sus cuentos con asombrosa regularidad. Cynthia Ozick la calificó de
“nuestro Chéjov”: la comparación es exacta, no solo por la destreza con la que
Munro construye sus narraciones, sino también porque raramente busca un terreno
de exploración más allá de su rincón natal.
Hay cuentistas magistrales
(Hemingway, Kipling, Cortázar) cuyo campo de acción es la tierra entera; otros,
en cambio (Chéjov, Rulfo, Flannery O’Connor) no buscan viajar más allá de su
horizonte físico. A estos últimos, el rincón familiar les basta para analizar,
describir y ensalzar la condición humana entera. Para Munro, si bien escribió
algunos cuentos que ocurren en otras partes de Canadá, y alguno que otro en
Estados Unidos, el mundo se resume a la región sudoeste de la provincia de
Ontario, tierra agrícola de sus ancestros inmigrantes británicos y europeos, de
un protestantismo duro, condicionado por la versión eclesiástica local llamada
United Church of Canada, donde indudables valores morales como la honestidad,
la modestia y la perseverancia se mezclan con una suerte de desdén por el éxito
público, eso que el novelista Robertson Davies (otro gran escritor de la misma
región) llamó Southern
Ontario oafishness y que podría traducirse por “torpeza intelectual”
de los habitantes de la zona.
Los
hombres, mujeres y niños (pero sobre todo mujeres) del mundo literario de Alice
Munro se afanan en los pequeños trajines de la vida cotidiana. Nacen, viven y
mueren dentro de marcos previstos desde siempre, y si en estos irrumpen (como
siempre lo hacen) las sorpresas del azar y de lo casi imposible, nunca sienten
que sus tragedias puedan tener ecos universales. Es el lector quien entiende
que en la desdicha de una pareja común y corriente se han deslizado las pasiones
de Macbeth y de su reina, o los amores imposibles de Lancelote y Ginebra; que
en la historia de una mujer al borde de la locura resuena la tragedia de Medea;
que la crónica de una traición adolescente relata la misma que pudo sufrir
Andrómaca o Ifigenia. No es que tales mitos sean jamás explícitos en los
cuentos de Munro, quien rechaza enérgicamente la noción de símbolo o alegoría
en su obra, pero hay en sus narraciones una suerte de intuición de algo mucho
más antiguo que el trozo de provincia que elije describir. La minuciosa
construcción de ese mundo —la exactitud de un gesto de despedida, de una
palabra apenas pronunciada, de la forma de una taza o del color de un muro—
parecería reivindicar un realismo documentario, una arqueología del presente. Sin
embargo, es lo contrario: esa precisión encubre una generalidad ancestral, una verdad válida para todos, un
secreto a voces. El lector nunca siente que se trata de un virtuosismo
mimético, de color local. Sin duda,
los personajes de Munro viven en un lugar y un tiempo precisos, pero también en
todos los lugares y todos los tiempos.
“Cuando la conocí, me decepcionó. No
quería hablar de literatura, ni mucho menos de su obra; apenas aventuraba un
juicio sobre algún libro que había leído, pero raramente sobre un
contemporáneo. En cambio, me di cuenta de que observaba cada detalle de la
gente que nos rodeaba, los gestos que yo hacía, alguna particularidad del café
en el que estábamos. En uno de sus mejores cuentos, “Material”,
una escritora sentada junto al lecho de hospital en el que su madre está
agonizando no puede impedir pensar cómo utilizará esta escena en un cuento.
Imagino que para Alice Munro, así es la vida: un ejercicio de observación de la
resignación, la angustia, la felicidad, el dolor de los otros y de ella misma,
para después ofrecer a sus lectores esas obras pequeñas maestras en las que
todos nuestros mundos están reflejados.”
INFLUENCIA
LITERARIA
Se cita siempre el nombre de Chéjov
al hablar de ella, pero ella misma, en alguna entrevista, reconociendo ese
magisterio, ha aludido a modelos más próximos, las tres grandes escritoras
sureñas del cuento y la novela corta, Flannery O'Connor, Eudora Welty y Carson
McCullers. Las tres circunscriben sus ficciones a espacios geográficos muy limitados,
muy cerrados, de intensa concentración humana; en las tres la religión rigurosa
o fanatizada cobra una relevancia permanente; las tres escriben sobre lo
inesperado, lo extraordinario, lo bizarro que puede surgir en medio de las
vidas más sujetas a la rutina. Y en todas ellas hay una mezcla muy poco
tranquilizadora entre la compasión hacia los pobres y los marginados y el
humorismo macabro.
A
Alice Munro otra de las aseveraciones habituales sobre su obra que se ve que la
impacientan es que escribe sobre gente vulgar. “No son personas vulgares para mí. No pueden serlo cuando tienen deseos
tan poderosos y hacen a veces cosas tan extraordinarias”. Lo primero que
necesita un escritor en formación son modelos narrativos que le sugieran el
modo de dar forma al mundo que tiene delante de los ojos, a aquello que más le
importa y que sin embargo no sabe cómo contar. En Welty, en O'Connor, en
McCullers, aunque escribieran de un territorio tan ajeno a su provincia
canadiense de Ontario como el Sur de los Estados Unidos, aprendió a convertir
en literatura los escenarios inmediatos de su propia vida y los episodios
relevantes de su origen y de su aprendizaje del mundo. Probablemente el modelo
de Faulkner, también un novelista de imaginación anclada en una sola geografía,
habría sido demasiado opresivo para ella, demasiado enfático en su ambición
ostensible de totalidad. Las historias
de Munro se integran las unas en las otras tan orgánicamente como las de
Faulkner, pero lo hacen de una manera más sutil, como apenas esbozada,
preservando la condición fragmentaria y como tanteadora que es tan propia de
ella, y que pareciendo una limitación —la dificultad de completar novelas— es
una de sus fortalezas, uno de los rasgos específicos de su originalidad.
En
la primera o en la segunda línea de cualquiera de sus historias ya nos hemos
adentrado en el territorio Munro, que es topográfico pero también mental: una
contemplación de las personas, los lugares y las cosas visceralmente atenta y a
la vez algo desasida; un anhelo sordo que puede ser de deseo o de huida o de
ambos impulsos a la vez y que cuando llega a cumplirse trae consigo un precio
de insatisfacción y remordimiento, de cierta vergüenza de uno mismo. Uno
empieza a leer y hacia el principio del segundo párrafo ya se siente encerrado
en las mismas trampas que los personajes o arrastrado por el curso de unos
hechos que nunca parecen los de una trama organizada de antemano sino los de
una fatalidad inusitada.
De
un libro a otro la escritura y los temas de Munro parecen mantenerse idénticos,
y sin embargo están sometidos a variaciones continuas, aunque no llamativas, a
exploraciones narrativas que juegan continuamente con los límites de la
elipsis: de qué modo se puede comprimir la máxima duración temporal en menos
líneas de relato; hasta dónde se puede llegar retrasando o escondiendo la
información central de una historia; cuánto más puede decirse diciendo lo menos
posible; desde qué nuevo ángulo o con qué matices se puede contar lo que se
lleva contando compulsivamente toda la vida. Parece que Alice Munro mira su
comarca natal, su Huron County, como miraba Cézanne cada día su montaña
Saint-Victoire, o Giorgio Morandi sus agrupaciones de jarras, botellas, vasos,
cuencos. “Para mí es el lugar más
interesante del mundo”, dijo hace unos meses en una entrevista. “Imagino que es porque sé más sobre él. Me
produce una fascinación ilimitada”. Su último libro, “Dear
Life”, termina con un tríptico de estampas muy breves en las
que regresa de nuevo a escenarios e imágenes de la infancia. Son páginas tan
comprimidas, tan despojadas, que resultan a la vez transparentes y herméticas.
Al llegar al punto final casi se toca el espacio en blanco, el silencio de la
despedida.
CRITICA
LITARARIA
El escritor Antonio Muñoz Molina sintió hoy "una alegría
gigantesca, enorme" al
saber que había ganado el Nobel de
Literatura la canadiense Alice Munro,
una mujer "prodigiosa que tiene la
virtud de comprimir el tiempo y la vida en el espacio de un cuento".
"En un cuento de Alice Munro
caben novelas completas",
aseguró hoy en declaraciones a Efe Muñoz
Molina, al que se le notaba que le "entusiasma"
la autora canadiense, situada en su opinión "entre
los mejores escritores del mundo".
"Es muy raro que haya tanta justicia como se ha hecho hoy", sobre todo porque la nueva Nobel de Literatura es "una persona que tiene tan pocas pretensiones intelectuales, en el sentido de que no es el tipo de escritor que a la gente que rige la moda le llame la atención".
Munro, prosiguió el novelista
español, "ha hecho lo que ha querido
toda su vida", y eso se nota tanto en sus cuentos de hace cincuenta
años como en los de ahora. "Ella ha
ido cambiando cuando no le hacían mucho caso y también cuando sí se lo han
hecho, y siempre ha ido evolucionando con soberanía”
Muñoz
Molina "descubrió" hace
unos quince años a la autora canadiense en la revista Weaver,". Allí
empezó a leer sus cuentos y, desde entonces, ha leído todo lo que ha publicado.
"Lo primero que hago cuando
sale un libro suyo es correr a comprarlo", comentaba hoy
Muñoz Molina, que no cesaba de repetir: "estoy
contentísimo".
"Es el escritor que más confianza me ofrece. Jamás la he visto desfallecer, siempre es extraordinaria, y, además, de una manera tan poco llamativa. Es muy discípula de Chéjov y en sus relatos hay también ese tono en apariencia menor".
Una de las historias "más impresionantes" de Munro es la que dio título a su libro "Demasiada felicidad", una novela corta que trata de la vida de una matemática rusa: "Es como una novela rusa de 500 páginas comprimida en setenta páginas, porque ella tiene la virtud de comprimir el tiempo y la vida en el espacio de un cuento".
"Es el escritor que más confianza me ofrece. Jamás la he visto desfallecer, siempre es extraordinaria, y, además, de una manera tan poco llamativa. Es muy discípula de Chéjov y en sus relatos hay también ese tono en apariencia menor".
Una de las historias "más impresionantes" de Munro es la que dio título a su libro "Demasiada felicidad", una novela corta que trata de la vida de una matemática rusa: "Es como una novela rusa de 500 páginas comprimida en setenta páginas, porque ella tiene la virtud de comprimir el tiempo y la vida en el espacio de un cuento".
El autor de "El jinete
polaco" también destacó "esa
manera tan sutil" que tiene la escritora canadiense de retratar lo
femenino y las relaciones de unas mujeres con otras mujeres, así como la
maestría que posee para reflejar "el cambio de los tiempos, lo que ocurre
cuando se compara el ayer y el ahora".
"Munro es una mujer que
viene de un mundo rural,
muy atrasado, y en los años sesenta vivió el gran cambio de las costumbres y de
la economía. Al final de su juventud vivió el salto del puritanismo extremo a
la liberación sexual, pero no al estilo de los hippies de California sino de
una familia de clase media de Canadá”.
Su último libro, "Mi vida querida", "es prodigioso, de una calidad excepcional y
en sus páginas se refleja la categoría que Munro tiene como persona y como
escritora". "Estoy
contentísimo. No me cansaría nunca de hablar de ella ni de leerla",
recalcó Muñoz Molina.
María
M. Lobo - Licenciada en comunicación, docente.
“Aunque
ya los haya leído todos, en mi mesa de luz siempre hay dos o tres libros de
Alice Munro. Cuando me recuesto a leer, mi hija de cuatro años suele pedirme
que le preste "un libro de la Yeya". Se refiere a los de Alice Munro
y a mi abuela porque es cierto: las dos se parecen mucho. Pero no adoro a esta
autora por eso sino porque es, ante todo, una militante”.
Ha escrito páginas y páginas para
romper con aquello que se entiende por relato y con aquello que se supone que
un lector hace con un libro. Su militancia es la de golpear las estructuras
narrativas y las experiencias lectoras. No se puede leer a Munro sin sentir que
vamos al peligro: porque aunque al parecer nos esté contando siempre lo mismo,
ella golpea. Cambia el punto de vista, marca un detalle que revela, lleva la
historia hacia lo impensado. Cuando nos damos cuenta de que Munro hizo un pase
de magia, es demasiado tarde. Estamos en la historia que ella quiso contarnos.
Golpea porque nos hacemos preguntas.
Sobre el destino, sobre el progreso del amor, la muerte, la crueldad, sobre las
cárceles de las vidas. "Solemos
decir que hay cosas que no se pueden perdonar, o que nunca podremos
perdonarnos. Y sin embargo lo hacemos, lo hacemos todo el tiempo",
dice al final de "Mi vida
querida".
Munro golpea y no podemos escaparle,
dejar de preguntarnos. Cuáles son esas cosas, por qué las hacemos, cómo es que
nos perdonamos
La
'justicia' del premio es algo que también ha destacado Javier Marías."Si algún
escritor vivo merecía el Nobel
por encima de cualquier otro era ella", ha asegurado en alguna
ocasión. "Munro ha alcanzado en su
obra, de una manera muy sobria, grandes cotas de hondura y de emotividad. Sus
cuentos son emocionantes", agregaba hoy.
En
una época, subraya Marías, en la que se da tanto "la literatura de buenos sentimientos, que suele ser empalagosa, y
la de malos sentimientos, llena de psicópatas y de estudios sobre la maldad,
como si eso en sí mismo tuviera interés", Munro ha hecho su obra sobre
personas normales, "con
sus ambigüedades, con sus partes oscura”.
La
escritora ha comentado en ocasiones que no necesita adornar a sus personajes
pues "la
vida de la gente es suficientemente interesante por lo que si tú consigues captarla
puede ser monótona, sencilla, increíble, insondable".
La psicoanalista Felisa Puskin comentó a LA GACETA que, dependiendo el caso, ha recomendado la lectura de Alice Munro a algunos de sus pacientes. "Es una escritora con la que he tenido un deslumbramiento. Una mujer muy interesante, cuya escritura podría llamarse femenina. Por ciertos momentos me pareció que alguien podría sentirse enriquecido con sus textos", señaló Puskin. "Su escritura es intimista y puede servirles a las mujeres en cuanto a las problemáticas que suelen tener y que piensan que le son propias. Leerlas en otras personas les puede servir. No hay que olvidar que, como decía Freud, el psicoanálisis tiene como objetivo transformar la desgracia neurótica en infortunio común", concluyó. ¿Hay algún título en particular para recomendar a las mujeres? "El último que leí, “Demasiada felicidad”, me pareció precioso. En verdad, todos son maravillosos y he pasado momentos muy especiales leyéndolos. Eso ya es algo bueno".
Dra.
Mónica Carbajosa. Centro
Universitario Villanueva (adscrito a la Universidad Complutense de Madrid)
Uno
de los rasgos más sobresalientes de sus cuentos es la marcada atención al
detalle, al matiz, siempre significativos y reveladores. Bastarían unos cuantos
relatos de la autora para ilustrar un volumen sobre la importancia del detalle
en la narración. No en vano, es considerada la escritora canadiense más
proustiana. Autor, Proust, por el que se siente secundada (cualquier detalle es
merecedor de atención). De esta forma, con gran precisión narrativa y sin
prisa, construye las situaciones, los personajes y su concreto y particular
entorno.
(Me gusta contemplar la vida de la
gente a lo largo de una serie de años sin continuidad. Como si los captara en
instantáneas. Y me gusta la forma en que la gente guarda relación o no con
quien era anteriormente..... Creo que esa es la razón por la que no me atrae
escribir novelas. Porque no veo a la gente en un desarrollo que llega hasta
algún lugar. Sólo veo a la gente viviendo a fogonazos. Entre un momento y otro). Alice Munro.
Como
afirma el escritor Jonathan Franzen , podría pensarse que Alice Munro cuenta
siempre la misma historia, o una historia con los mismos elementos recurrentes
(Esta
es la historia que Munro cuenta una y otra vez: hay una muchacha brillante,
sexualmente voraz, que ha crecido en el Ontario rural sin mucho dinero, con una
madre enferma o que ha muerto y un padre maestro de escuela cuya segunda mujer
es problemática. La chica, en cuanto puede, escapa de ese entorno gracias a una
beca o mediante alguna decidida acción en su propio interés. Se casa joven, se
muda a la Columbia Británica, cría a sus hijos y está lejos de ser del todo
inocente de la ruptura de su matrimonio. Puede haber tenido éxito como actriz,
como escritora o como celebridad televisiva; goza de aventuras románticas.
Cuando, inevitablemente, acaba por regresar a Ontario, se encuentra con el
paisaje de su juventud inquietantemente alterado. Aunque fue ella la que se
marchó del lugar, es un golpe duro para su narcisismo no verse cálidamente
recibida de nuevo y comprobar que el mundo de su juventud, con sus anticuadas
maneras y costumbres, ahora se dispone a juzgar las opciones modernas por las
que se decidió. Al intentar sencillamente sobrevivir como persona independiente
y plena, ha incurrido en dolorosas pérdidas y dislocaciones; ha hecho daño.)
Sin
embargo, cada vez que Alice Munro vuelve sobre esta historia encuentra más y
más. Ninguno de los relatos la agota. Y lo sorprendente, tal y como afirma Weaver,
es lo que la autora puede hacer con poco más que su pequeña historia; la complejidad de las cosas dentro de las
cosas parece ser algo sin fin. Cada situación es diferente y compleja, cada una
presenta un mundo imaginario propio y distinto, con variedad de tiempos,
perspectivas y procedimientos; cada relato explora una experiencia singular y
amplía nuestro conocimiento de la naturaleza humana.
Es
siempre, afirma Weaver, en las dos últimas páginas cuando enciende todas las
luces. Pero lo cierto es que esas luces no siempre lo iluminan todo.
Lo
dicho hasta ahora puede dar pie a diversas e inevitables confusiones.
Podría
suponerse que la literatura de Alice Munro es literatura para mujeres o
literatura feminista o didáctica. En sus cuentos no hay actividad ideológica o
misionera alguna, no hay actitud combativa, no hay lección, ni deben ser leídos
como denuncia, tampoco hay convenientes discursos ni maquilladas declaraciones.
A diferencia de otros narradores, por ejemplo de su compatriota Margaret
Atwood, Munro no hace más que literatura (lo que no quiere decir que sus
relatos dejen de reflejar sus preocupaciones). Ahora bien, hay pasajes (otros,
no) que probablemente suscribiría con entusiasmo una feminista o escenas que
una lectora pueda sentir más cercanas a su experiencia cotidiana; pero están
ahí porque forman parte de la verdad y la singularidad de un personaje, no de
un símbolo ni mucho menos de un estereotipo. Su obra muestra y revela un
profundo conocimiento y comprensión de la naturaleza humana.
Otra
de las posibles confusiones que conviene aclarar es la relativa a los
personajes masculinos, ya que podría pensarse que éstos quedan desdibujados o
sin peso alguno. No hay más que leer un relato como Consuelo para que se
desvanezca esta impresión. A través de Nina, aparentemente el centro del
relato, se lleva a cabo un exacto y profundo retrato de la acentuada
personalidad de Lewis, su marido. Y Consuelo no es una excepción.
Personajes como Grant (Ver las orejas al lobo) o Neal (Puente
Flotante) o el señor Vorguilla (Queenie) pueden también testimoniar
la importancia del personaje masculino.
Su dominio de los recursos narrativos le
permite crear estructuras complejas, donde nada es previsible (siempre hay
giros imprevistos y profundidades sorprendentes). No entra de manera directa en
el relato, se podría decir que lo hace por la puerta de la cocina y desde allí
avanza en profundidad, con armonía y proporción, combinando planos, tiempos y
espacios, atravesando y trascendiendo la realidad visible, manteniendo la
tensión de un relato de difícil medida, creando complejos personajes y
situaciones singulares. Nunca violenta al lector, con el que consigue
establecer una profunda relación de confianza. Los finales no tienden a ser
sorpresivos ni conclusivos; prefiere, como Borges, la preparación de una
expectativa a la de un asombro. Y todo ello con una voz narrativa propia y
novedosa, a pesar de que sus relatos están construidos con los mimbres de
siempre.
PREMIOS LITERARIOS
Premio
Literario Governor General's ,en tres ocasiones. (“Dance of the Happy Shades”, en
1968; “Who Do You Think You Are?”,
en 1978; “The Progress of Love”,
en 1986).
El
libro de relatos “Friend of My Youth”
(1990) obtuvo el Trillium Book Award.
En
1995, sus relatos merecieron el Lannan Literary Award for Fiction y la
colección de relatos Open Secrets
obtuvo el W.H. Smith Award.
The
Love of a Good Woman
ganó en 1998 el premio Giller Prize, el mismo que en 2004 merecieron los
relatos del volumen Runaway.
National
Book Critics Circle estadounidense por El amor de una mujer generosa (1998)
En
2001, Munro fue galardonada con el Rea Award for the Short Story.
Man Brooker (2009)
Man Brooker (2009)
Como
curiosidad, mencionamos que Alice Munro fue distinguida en 2005 con el Premio
Reino de Redonda (creado por el escritor Javier Marías) y bautizada con el
título de Duchess of Ontario.
En
2011 fue una de los tres finalistas al Premio Príncipe de Asturias de las
Letras junto a Ian McEwan y a Leonard Cohen, que finalmente lo ganó.
Premio Nobel de Literatura (2013)
14.02.2014.- PRESENTACIÓN ARS AMATORIA por Mª CARMEN PUCHE
24.01.2014: EL CALLEJÓN DE LOS MILAGROS de NAGUIB MAHFUZ
(Presentación JMLH)
1.- Biografía de Naguib_Mahfuz
2.- El Callejón de los Milagros
3.- Un análisis literario hecho por otra Tertulia
4.- Literatura Árabe moderna
5.- Los mejores libros de la Literatura Árabe Moderna
6.- Tendencias en la Literatura Árabe contemporánea
7.- Fechas clave: Historia reciente de Egipto
8.- Otros escritores Árabes-Musulmanes analizados en el Aula:
a) Orhan Pamuk : "El museo de la Inocencia"
b) Tariq Ali: "A la sombra del Granado"
11.01.2014: El Aleph de Jorge Luis Borges
(Presentación Elena Escolano)
Jorge Luis Borges
En
1816, depuesto el último virrey español, se proclama la independencia de
Argentina. Se constituye un estado federal: la República Argentina. En su
capital, Buenos Aires, en 1899, nace Jorge Luis Borges, del que expondré
algunos sucesos de su vida como hombre y
lo que pueda caber, como escritor, en las notas que he preparado para vosotros.
Insisto en “lo que pueda caber” porque la labor de Borges como escritor es
inmensa y, sobre todo, de difícil clasificación. Escribió poesía, cuento y
ensayo. Fue buen antólogo y traductor. De la novela opinaba que para qué
emplear cientos de página en decir lo que cabe en un relato corto, con la
maestría a que obliga la síntesis. En toda obra borgiana hay vastísima
erudición, fantasía creadora desbordante, universalidad de ideas, originalidad
en sus ficciones y belleza en sus poemas. Integra perfectamente lo insólito en
lo cotidiano y, con frecuencia, deja al lector ante un enigma a resolver. Todo ello le convierte en un tesoro para
semióticos, matemáticos –no hay que olvidar la relación entre esta materia y la
filosofía-, filólogos y mitólogos.
De
familia notable, pues entre sus
antepasados hubo destacados militares que contribuyeron a la independencia del
país. También hombres de letras como por ejemplo su padre que fue profesor de
psicología y de inglés. Este idioma era bien conocido en su culta familia por
lo que nuestro escritor puede decirse que se educó bilingüe. En su genealogía
hay antecedentes españoles, portugueses e ingleses. Vivió en el barrio de
Palermo, hoy residencial, pero marginal en los primeros años de Borges. Allí conoció la vida de los
“compadritos” que tan bien supo reflejar en ficciones literarias.
Empezó
su educación en casa; como profesor, el padre, la abuela materna y una
institutriz. Y la gran influencia de la madre, culta y refinada (Leonor de
Acevedo). Del padre recordaría siempre: “Él me reveló el poder de la poesía: el
hecho de que las palabras sean no sólo un medio de comunicación sino símbolos
mágicos y música”
Con
asombrosa precocidad, a los siete años escribió en inglés un resumen de la
mitología griega, a los ocho, “La víscera fatal”, relato inspirado en el
Quijote y a los nueve tradujo “El príncipe feliz” de Oscar Wilde.
En
1908 le llevan a la escuela pública, donde lo pasa mal. Sus compañeros se
burlan de él por sabelotodo y por su tartamudez.
En 1914 viaja con la familia a Europa. El
padre iba en busca de doctores especialistas que le aliviaran la ceguera que
padecía. Ceguera que heredó el hijo. Les
sorprende el comienzo de la primera guerra mundial y se instalan en la neutral
Suiza, en Ginebra. Allí asiste a un colegio calvinista, se integra bien y
profundiza en los estudios. Lee a los escritores realistas y simbolistas
franceses – fundamentalmente a Rimbaud-, descubre a Schopenhauer, Nietzsche y
otros filósofos y aprende alemán él solo con ayuda de un diccionario.
Hacia
1919 dejan Ginebra y viajan por otros países, entre ellos España. En Sevilla
participa del movimiento Ultraísta que aplicará en sus comienzos poéticos (pura
metáfora). Conoce a Cansinos Assens, Valle Inclán, Ortega, Juan Ramón Jimenz,
Gerardo Diego y otros nombres relevantes
del momento.
En
1921 Vuelve a Argentina (puede decirse que la descubre) donde se da de lleno a la escritura y colabora en
importantes publicaciones y revistas.
Antes
de iniciar un segundo viaje a Europa (1923) publica “Fervor de Buenos Aires”,
primer libro de poemas en el cual se prefigura toda su obra posterior, según el
mismo Borges: “Las calles de Buenos Aires son mi entraña”. …“en aquel tiempo
buscaba los atardeceres, los arrabales y la desdicha” dice. Se trata de 33
poemas que aluden a variedad de temas, entre ellos a un patio y un aljibe, dos
conceptos que aparecerán frecuentemente en sus escritos: “En la amistad oscura
de un zaguán, una parra y un aljibe”.
Había
dejado atrás el Ultraísmo, incluso rechazado, pasando a otro “ismo” de tipo suburbial y
porteño. En 1925 se le tenía ya como el jefe de la más joven vanguardia. Escribió
letras para tangos y milongas, huyendo de la “sensiblería del inconsolable
tango.” Fue tanto cosmopolita como terruñero.
A
finales de los años 30 muere el padre y él tiene un grave accidente en cuya
larga convalecencia escribe el cuento “Pierre Menard, autor del Quijote”
(cuento que figurará en su famoso libro “Ficciones”). Colabora en la revista
“Sur”, de contenido cosmopolita.
Pero
es en 1930 (y hasta 1950) cuando se abre a una narrativa fantástica y mágica
hasta el punto de producir durante esas dos décadas algunas de las más
extraordinarias ficciones del siglo XX ,como “Historia universal de la infamia”
y “El Aleph”, cuento que da nombre al libro de relatos así llamado. Significó
el reconocimiento de Borges dentro y fuera de Argentina. Su quehacer literario
avanzaba en sencillez, claridad y evitaba lo superfluo.
A
tener en cuenta la amistad que le une con Adolfo Bioy Casares, conocido escritor argentino con quien colaboró en
obras importantes: “Antología de la literatura fantástica” (1940), y Antología
poética argentina”. También colaboró con la mujer de Bioy, Silvina Ocampo, de influencia
significativa en el mundo de las letras argentinas. Leopoldo Lugones y
Macedonio Fernández figuran entre los
admirados escritores de su tierra.
En
1938 había sido nombrado bibliotecario de la biblioteca municipal del barrio de
Boedo. Allí pudo leer y escribir en soledad ya que no entraba demasiada gente.
Conoce
a Estela Canto en 1944, joven inteligente, atractiva y poco convencional de
quien se enamora. Amor no correspondido
que agonizó definitivamente en 1952. Pero es interesante saber que a ella
dedicó su famoso cuento “El Aleph”, lo mejor de él según la crítica. Tiempo
después Estela subastó el manuscrito original por 25.000 dólares.
En
1946 adviene el peronismo. Borges, absolutamente en contra: “Las dictaduras
fomentan la opresión, las dictaduras fomentan el servilismo, las dictaduras
fomentan la crueldad, más abominable es el hecho de que fomenten la idiotez”.
Esta oposición al régimen conlleva que le destituyan del empleo de
bibliotecario y le nombren, como un sarcasmo, “Inspector de mercados de aves de
corral”. Trabajo que rechaza. Y para sobrevivir se dedica a dar conferencias y
a la enseñanza del inglés.
Cuando
un nuevo golpe militar da al traste con el régimen de Juan Perón, le conceden
la dirección de la Biblioteca Nacional (1955), y le designan “Miembro de la
Academia Argentina de las Letras”. Le confirman, además, en la cátedra de
lengua alemana en la facultad de letras de la Universidad de Buenos Aires.
Por
entonces, la ceguera congénita se manifiesta casi total. Le tienen que leer y
escribe al dictado. Quien había imaginado el Paraíso como una especie de
biblioteca y a él como el centro de miles de volúmenes en diversos idiomas, nos
confiesa: “entonces comprobé que apenas podía descifrar las carátulas y los
lomos”. Y continúa:
Nadie rebaja a lágrima o reproche
Esta
declaración de la maestría
De Dios, que con magnífica ironía
Me dio a la vez los libros y la noche.
En
1967 (68 años) se casa con Estela Astete, viuda de 57 años. La convivencia, que se hace imposible en parte por los celos de la madre de él, termina
en 1970. Dice Estela, de Borges: “Era introvertido, callado y poco cariñoso.
Era etéreo, impredecible. No vivía en un mundo real”.
En
1973 solicita la jubilación. EMECE le edita en un solo volumen las obras
completas y en Milán, Franco María Ricci hace una edición del cuento “El
congreso” con letras de oro.
Muere
la madre en 1975 y aparece de nuevo una
mujer: María Kodama. Exalumna, secretaria y más tarde definitiva esposa que
le comprende, ayuda y acompaña hasta su muerte. Es la heredera del legado
Borges.
En
1986, sintiéndose muy enfermo, fija su residencia en Ginebra, ciudad a la que
llamaba “una de mis patrias”. Un cáncer de hígado complicado con enfisema
pulmonar termina con la vida de Jorge Luis Borges el 14 de junio de 1986. Según
su voluntad es enterrado en el cementerio ginebrino de Plain Palais. El
escultor argentino Eduardo Longato
esculpe para él una lápida áspera y blanca con las siguientes inscripciones
debajo de su nombre:
“And ne forhtedon na” junto a un grabado
circular con siete guerreros, una pequeña cruz de Gales y los años 1899-1986.
La inscripción, formulada en anglosajón, se traduce como: ”Y que no temiera”. En
la cara posterior aparece el capítulo XXVII de la saga noruega “Saga Volsunga”,
del siglo XIII. Significa: “Él tomó la espada
Gram y la colocó entre ellos desenvainada. Estos mismos versos los
utilizó Borges como epígrafe de su cuento “Ulrica”, de “El libro de arena”, el
cuento que hemos leído. Es el único entre toda su obra en que se toca el tema
del amor. Bajo esta segunda inscripción aparece el grabado de una nave vikinga
y por último esta dedicatoria: “De Ulrica a Javier Otárola.” Los dos personajes
que ya debemos conocer. ¿Es, tal vez, el encubierto recuerdo amoroso de María
Kodama hacia el escritor?
Los
argentinos quisieron trasladar sus restos a la Recolete, famoso cementerio de
Buenos Aires, pero Kodama se opuso y
siguen en Ginebra.
Sería
algo gratuito enumerar aquí su obra, tan vasta es.
Premios,
todos los imaginables. Importante el Formentor en 1961 que compartió con Samuel
Beckett, concedido por la editorial Seix Barral de Barcelona y el Congreso
Internacional de Editores por el libro “Ficciones” (el de Beckett fue
“Trilogy”). Dicho premio marcó el
comienzo del reconocimiento del autor argentino en todo el mundo occidental.
Esta obra de Borges es la más representativa en cuanto a posibilidades
literarias en el ámbito de las matemáticas y la filosofía. Recibió muchos más honores y premios… excepto
el Nobel para el que estuvo propuesto durante treinta años y no se le concedió,
dicen, porque en la Academia sueca alguien le ponía el veto por fuertes
discrepancias políticas con nuestro autor.
A
resaltar en cuanto a desacuerdo en política la enemistad con Sábato. Claro que,
después de las famosas disputas, llegó el entendimiento que dio lugar a la
colaboración en el libro “Diálogos: Borges- Sábato”.
Entre
algunos escritores que tuvo muy en cuenta podemos citar, aparte de los ya
nombrados, a Kafka, Chesterton, Wells, De Quincey, Stevenson, Kipling… los
filósofos ya dichos y religiones varias como el Taoismo.
Para
terminar citaré unas palabras de Claudio Magris sobre la amplia producción
poética borgiana:” Es el encanto de un momento en el cual las cosas parece que
nos vayan a desvelar un secreto.”
Elena Escolano
Diciembre 2013-Enero2014
(Presentado por TINA ROYO)
“Yo era demasiado joven. Hay libros a los que no hay que atreverse hasta no haber cumplido los 40 años. Se corre el riesgo, antes de haber alcanzado esa edad, de desconocer la existencia de grandes fronteras naturales, que separan de persona a persona, de siglo a siglo, la infinita variedad de los seres… Me hicieron falta esos años para aprender a calcular las distancias entre el Emperador y yo.
Por mi experiencia personal, desde la primera vez que leí la obra, suscribo la frase transcrita; además me ha sugerido la necesidad de investigar la posible relación entre las etapas históricas de la autora, al escribir la obra, y la del emperador Adriano.
ÍNDICE.-
- DATOS SOBRE LA AUTORA: Juventud de M.Yourcenar. Carrera Literaria.
- HISTORIA DEL SIGLO XX
Ideologías del siglo XX. La Revolución Soviética. Guerras mundiales.
La Descolonización. Hacia una civilización Universal.
- Los Nuevos caminos del Arte
Nueva Arquitectura. El Urbanismo.
Escultura: Expresionismo y Cubismo. En Hierro. Cinética.
Pintura: Fauvismo. Cubismo. Futurismo. Expresionismo. Surrealismo. Abstracto.
Un nuevo arte: El Cine. Transformaciones de la Música.
- CARACTERÍSTICAS DE LA OBRA. PERFIL DE ADRIANO.
- ROMA. El tiempo de Adriano.
- ÍNDICE ANALÍTICO de las Memorias de Adriano.
- PENSAMIENTOS a destacar en la obra. (Fase interactiva de la sesión)
- ESCUELAS FILOSÓFICAS (Manolo Sánchez)
DATOS SOBRE LA AUTORA
Biografía
Primeros años
Marguerite Antoinette Jeanne Marie Ghislaine Cleenewerck de Crayencour nació en Bruselas (Bélgica) en 1903. por tanto vivió una etapa histórica llena de acontecimientos tan trascendentales que cambiarían la sociedad occidental y marcarían la vida de Marguerite. Su madre, murió a los diez días de su y la niña fue educada por su padre, en el norte de Francia, quien le enseñó latín a los 10 años y griego clásico a los 12.
Carrera literaria
A partir de 1919 abandona su apellido real y empieza a firmar como Marguerite Yourcenar, siendo éste un anagrama de Crayencour. Su primera novela, Alexis o el tratado del inútil combate, fue publicada en 1929. En 1939, para que pudiera escapar de los problemas bélicos, su mejor amiga en ese momento, una traductora norteamericana llamada Grace Frick a la que había conocido en París en 1937, la invita a Estados Unidos, donde dará clases de Literatura comparada en la ciudad de Nueva York. Yourcenar era bisexual,3 ella y Frick se harán amantes y seguirán juntas hasta la muerte de ésta en 1979.4
En 1947 obtuvo la nacionalidad norteamericana. En 1951 publica en París su muy documentada novela histórica Mémoires d'Hadrien (en español Memorias de Adriano), en la que estuvo trabajando a lo largo de una década. La novela fue un éxito inmediato y tuvo una gran acogida por parte de la crítica. Su presentación fue el motivo para volver a Francia después de doce años de ausencia.
En Memorias de Adriano, Yourcenar recrea la vida y muerte de una de las figuras más importantes del mundo antiguo, el emperador romano Adriano. La obra está escrita a modo de larga carta del emperador a su nieto adoptivo y futuro sucesor, Marco Aurelio. Adriano le explica su pasado, describiendo sus triunfos, su amor por Antinoo y su filosofía. Memorias de Adriano fue una novela pionera que ha servido de influencia en la posterior novelística histórica y se ha convertido en una obra maestra de la literatura moderna.
Entre sus obras figuran "Opus Nigrum"-La obra en negro-, "Fuegos", escrita en 1935, y que alterna relatos basados en mitos clásicos con algunos fragmentos sobre la pasión amorosa, he aquí unos cuantos fragmentos extraídos de este libro:
-"Espero que este libro no sea leído jamás". -"Soledad...yo no creo como ellos creen, no vivió como ellos viven,no amo como ellos aman...Moriré como ellos mueren". -"No hay nada que temer. He tocado fondo. No puedo caer más bajo que tu corazón". -"¿Adónde huir? Tú llenas el mundo. No puedo huir más que en ti". -"Soporto tus defectos. Uno se resigna a los defectos de Dios. Soporto tu ausencia. Uno se resigna a la ausencia de Dios".
Ganadora de los premios Femina y Erasmus, en 1980 fue la primera mujer elegida miembro de número de la Academia francesa, aunque desde 1970 ya pertenecía a la Academia belga. Una de las más respetadas escritoras en lengua francesa, tras el éxito de Memorias de Adriano, siguió publicando novela, ensayo, poesía y tres volúmenes de memorias.
Existe una anécdota ya bien conocida del encuentro de esta autora con el célebre escritor Jorge Luis Borges. En 1986, seis días antes de la muerte de Borges, estos dos autores se encontraron en Ginebra, donde Marguerite le preguntó:"Borges,¿cuándo saldrás del laberinto". Él le respondió:"Cuando hayan salido todos".
Yourcenar vivió la mayor parte de su vida en su casa Petite Plaisance, en Mount Desert Island, en el estado de Maine, y sus restos descansan en la misma isla junto a los de la compañera de toda su vida Grace Frick, en una sencilla tumba en el Brookside Cemetery de Somesville[2]. La casa de ambas es ahora un museo dedicado a su memoria, abierto al público durante los veranos.
CARACTERÍSTICAS DE LA OBRA. PERFIL DE ADRIANO.
Las Memorias de Adriano describen la vida y la muerte del emperador romano Adriano. El libro tiene la forma de una epístola al primo de Adriano y su eventual sucesor “Marco” (Marco Aurelio). El emperador medita acerca de sus triunfos militares, el amor en la poesía y la música, y su pasión por su amante Antínoo, todo de una manera no inconsistente con la “melancolía del mundo antiguo” a la que aludió Gustave Flaubert.
El protagonista original de la novela de Yourcenar, se llamó Publio Aelio Adriano y gobernó el Imperio entre los años 76 y 138 A. de C. Había nacido en Itálica, cerca de Sevilla, y su familia –aunque romana- pasó la mayor parte de su vida en España. Sucesor de Trajano en el trono de Roma, su elección como autoridad máxima se debió, en gran parte, a la emperatriz Plotina, esposa de su antecesor, quien lo incorporó a su estirpe ofreciéndole en matrimonio a una sobrina suya (Sabina). Cuando vistió la púrpura, en 117, modificó profundamente la política militar romana. Mientras que Trajano se había dedicado a expandir la geografía de su patria, Adriano se empeñó en asegurar y mantener la paz en las fronteras. De los veinte años que duró su reinado (hasta el 138), doce de ellos los pasó en viajes.
Su inclinación al arte se evidenció en obras como la reconstrucción total del Panteón, la edificación del templo de Venus y Roma, la Villa Adriana, la Biblioteca de Atenas y el Mausoleo (actualmente castillo de Sant'Angelo) donde fue enterrado.
En el 134, ante la proximidad de su muerte, se vio obligado a elegir y adoptar a un sucesor. Julio Serviano y su nieto (Lucio Cómodo) fueron las primeras opciones, pero ambos fallecieron antes que el Emperador. Adriano, entonces, nombró a Tito Aurelio Antonino (coronado como Antonino Pío), al que le hizo adoptar -a su vez– los dos futuros emperadores (Marco Aurelio Vero y Lucio Vero).
Adriano falleció seis meses después del nombramiento, el 10 de julio de 138, a los 62 años.
En el devenir de los capítulos, se presentan enemigos (algunos incluso, pertenecientes a su entrono familiar; es el caso de su cuñado Serviano, esposo de su hermana Paulina, quien intenta matarlo en dos oportunidades), reflexiones acerca del amor –encarnado en el personaje de Antinóo- (“De todos nuestros juegos, es el único que amenaza trastornar el alma, y el único donde el jugador se abandona por fuerza al delirio del cuerpo. No es indispensable que el bebedor abdique de su razón, pero el amante que conserva la suya no obedece del todo a su dios”); y hasta una declaración abierta acerca de su misión como hombre público y ciudadano de Roma (“Nos esforzábamos penosamente por hacer del Estado una máquina capaz de servir a los hombres, con el menor riesgo posible de triturarlos”).
La voz serena e irrefutable del emperador ofrece, incluso, una justificación para esta sentencia: ”No estoy seguro de que el descubrimiento del amor sea por fuerza más delicioso que el de la poesía”.
Yourcenar anotó en su postscritptum “Carnet de note” a la edición original “Encontrada de nuevo en un volumen de la correspondencia de Flaubert, releída y subrayada por mí hacia 1927, la frase inolvidable: <<Cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón hasta Marco Aurelio, en que sólo estuvo el hombre>>. Gran parte de mi vida transcurrirá en el intento de definir, después de retratar, a este hombre solo y al mismo tiempo vinculado con todo.”
Con las Memorias de Adriano lo que se da es una utilización del pasado para poder explicar el presente. Marguerite Yourcenar consigue recrear una época de forma muy documentada, pero ¿cómo se puede saber lo pensaba Adriano? Aquí si se da lo que apunta Lyotard, un esfuerzo por dotarnos de mitos y relatos que nos rescaten de esa falta de sentido por la crisis de los grandes relatos. Pero ¿Cómo funciona o que estatuto tiene la memoria en esta explicación? En tiempo presente, lo que consideramos como lo real aparece como un continuo de experiencias. Por lo que se refiere al pasado, la memoria ordena los hechos vividos por el sujeto. Lo interesante es que dicha ordenación no se da en el momento de ocurrir, como ese continuo de experiencias, sino en el momento de su reconstrucción. Los hechos poseen una existencia gnoseológica y específicamente narrativa ya que ordenamos los hechos en proposiciones y los reconocemos al contarlos, al proferirlos. ¿En que medida recordamos y cómo gestionamos el olvido? Todos estos elementos se tienen que tener en cuenta a la hora de abordar la temática de la memoria y en este caso las literaturas de la memoria. En el caso de las Memorias de Adriano se da esta narración y excelente reconstrucción de una época ya ajena a nosotros que lo que intenta es instaurar un acto de comprensión atemporal desde una posición interior. Podríamos decir en este sentido que no se comprende a alguien a causa de su realidad histórica, sino que de ésta realidad histórica sólo se comprenden los contenidos idealmente separables. Obviamente, para la ciencia histórica si que es importante la realidad histórica y su ordenación. Pero para una posición que intenta comprender, se soslaya el tiempo para obtener calidad de conocimiento. Por eso se da esta utilización del pasado para comprender el presente, aunque no es tanto un afirmación del mismo (del presente) como de la eternidad en tanto que tiempo liberado:
El tiempo no cuenta. Siempre me sorprende que mis contemporáneos, que creen haber conquistado y transformado el espacio, ignoren que la distancia de los siglos puede reducirse a nuestro antojo.
Tomar una vida conocida, concluida, fijada por la Historia (en la medida en que puede serlo una vida), de modo tal que sea posible abarcar su curva por completo; más aún, elegir el momento en que el hombre que vivió esa existencia la evalúa, la examina, es por instante capaz de juzgarla. Hacerlo de manera que ese hombre se encuentre ante su propia vida en la misma posición que nosotros.
ROMA. El tiempo de Adriano.
Hablar de Roma es hacerlo de uno de los episodios más trascendentes de la civilización...¿cuántas cosas nuestras no tienen reflejo y origen en la pequeña ciudad que surgió a orillas del Tíber?
Roma (su imperio) es la esencia de la civilización europea, la semilla de los logros más duraderos de los hombres. Y es complejo asimilar esta realidad.
La filosofía -que es lo que nos ocupa- romana no presenta diferencias respecto a las filosofías postaristotélicas ;epicureísmo, estoicismo y escepticismo serán las tendencias filosóficas morales más representativas del hombre romano.
Pero ¿cómo acercarnos a lo que es Roma y su grandeza? Proponemos aquí un recorrido por la mente delhombre más poderoso..:el emperador.Pero no uno cualquiera;uno que ayude a entender el sentimiento hacia Roma y la necesidad de ésta. Lo haremos desde la literatura, así añadimos también algo de belleza.
Es una novela, aunque su título nos evoque una biografía o unas memorias de corte clásico.
No es una obra con pretensión de enciclopedismo; es la visión de la autora sobre un hombre y un tiempo de gran trascendencia, desde la óptica y la necesidad de entender y transmitir de quien la escribe.
No tiene una función académica hemos dicho antes, pero la preparación de la obra y su redacción contínua y continuada por parte de la autora nos evidencian una pasión sincera y vital.No es historia, pero en todo lo posible documentada está.
Memorias de Adriano está escrita en forma de carta (una sóla aparentemente) directamente dirigida a un personaje muy concreto; nombrado al inicio y descrito-descubierto al final.
Es la conversación y el repaso a una gran parte de su vida por parte de Adriano, donde se mezclan los recuerdos, los consejos y la exposición de unos principios , conocimientos y actitudes presentados como modelos de gobierno humano y político.
¿Qué la hace tan atractiva y útil para cualquiera? Aquello que hemos ido olvidando… Hemos decidido ir olvidando el origen de nuestra cultura y nuestras creencias y plazas comunes. La historia recuerda de vez en cuando de dónde venimos…Y Roma ocupa en ello un papel central. Toda nuestra historia “civilizada” se explica desde la civitas romana; no hay comprensión de muchas de nuestras instituciones, de nuestros usos legales y de nuestros pilares para el futuro sin pasar por el imperio. Toda la Europa medieval, renacentista, y hasta la ilustrada deben a Roma una parte vital de su desarrollo.
Tenemos de Roma la visión de conjunto desordenada y desenfocada, imposible de ser veraz y comprensible, ininteligible para nosotros-diríamos-. Conocemos sus datos pero no nos hacemos idea de su realidad. El imperio, tan alejado de los inicios del pueblo se convertiría luego en la forma social y el eje del gobierno y la sociedad más civilizada e intrigante objeto de todo tipo de exceso y capaz de todo tipo de avances. Divagamos.
En el centro del imperio se halla el emperador ; odiado, temido, amado,endiosado a partes iguales.El sol sobre el que gira toda Roma..pero ¿qué es ser emperador? ¿Cuáles son las preocupaciones del hombre más poderoso del mundo civilizado? ¿Qué poder real tiene? ¿Quiénes son sus enemigos reales y cuáles sus etsrategias? ¿De quién puede fiarse? ¿A qué debe su vida?
Aquí es donde Margueritte Yourcenar nos muestra su maestría para definir un personaje.Y elige al emperador que –tal vez- mejor representa la unión entre la visión y la voluntad personal de poder y la asunción del destino de ese mismo poder y su responsabilidad.En las líneas de Margueritte Yourcenar uno descubre lo que representa el poder, la compleja trama que lleva de la oportunidad a la obligación del gobierno, de los asuntos que atormentan a cualquier hombre (incluso más al emperador por ser el primero de los hombres), de la soledad de las decisiones de estado, de la humildad y la inevitable arrogancia…sirve tanto para quien quiera acercarse a las profundidades del hombre de gobierno como a quien sólo desee acercarse a las inquietudes humanas universales. Ahí es nada.
¿Y por qué Adriano? Nos basta para ello con la frase más célebre de las que envuelven a esta obra; no está en la obra en sí, sino en las notas aclaratorias al final de la misma.
Señala la autora: Encontrada de nuevo en un volumen de la correspondencia de Flaubert, releída y subrayada por mí hacia 1927, la frase nolvidable: "Cuando los dioses ya no esxistían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón hasta Marco Aurelio, en que sólo estaba el hombre".
Es la época..el momento en que el cristianismo aún no había entrado en escena, pero los dioses anteriores no respondían al hombre del momento.Y ese momento es único..anterior al cristianismo y su revolución pero aún en el cénit del imperio...Y en medio de todo ello un hombre, un emperador tan humano y tan divino como cualquier otro..pero más consciente de ello. Sus análisis sobre lo humano son dignas de cualquier propuesta filosófica (o las de Margueritte Yourcenar).
Yourcenar se ha fijado en un personaje cuya vida llama mucho la atención justamente por el aporte histórico y por la determinación de una personalidad que ha logrado destacarse tanto por sus ambigüedades como por lo que tiene de original.
Adriano permite a Yourcenar rescatar una vivencia histórica que se constituye a partir de "Memorias de Adriano" precisamente en eso, en la memoria de un personaje que logrará causar un impacto profundo en el lector que sea capaz de ir más allá de las líneas y adentrarse en una experiencia vital que la autora ha logrado plasmar con originalidad haciendo hablar al mismo Adriano en un ápoca distinta a la de él pero que descubre un testimonio eficaz de autenticidad, pasión, determinación, sensibilidad, entusiasmo y sobre todo con alto sentido humanista.
"Memorias de Adriano" es la presentación de una vida ajena a la de la autora pero que se funde en la de ella misma, al punto que se percibe como una especie de fusión entre dos personalidades, la de Adriano y la de Marguerite Yourcenar, un logro de este género de novela histórica que Yourcenar ha sabido plasmar de modo magistral. Marguerite Yourcenar comparte con Adriano muchas pasiones y sentimientos, su franqueza y determinación, su sensibilidad en el amor, los viajes, el arte, el estudio del latín y del griego que se expresa en varios pasajes de la obra, la reflexión que se construye sobre la muerte y la vida y el momento de conciencia sobre una vida que se agota pero que no deja de recibir de ella alguna enseñanza. Como Adriano, Yourcenar trata de entrar a la muerte con los ojos abiertos.
Creo que el sentido de esta obra puede hallarse en la necesidad de la autora de mostrar el impacto personal que puede producir alguien tan singular como el Emperador Adriano traído de una época pasada que se hace presente y se inmortaliza en cada experiencia de lectura y en cada intensión interpretativa a la que se someta, esta obra constituye un excelente ejemplo de cruce de horizontes que no sólo se entrecruzan sino que se relacionan de manera conveniente en la vivencia que se establece entre el personaje principal de la obra, la autora y el lector que viene a sentirse como espectador y partícipe de un momento histórica que hasta ahora le era ajeno pero que a partir de la lectura se convierte en uno más de sus espacios en el que se da una vivencia concreta.
ÍNDICE ANALÍTICO DE MEMORIAS DE ADRIANO
A continuación ofrezco un índice analítico de "Memorias de Adriano" (edición de Casa Editorial El Tiempo 2004) elaborado según los temas que, a mi juicio, ofrecen un estudio hermenéutico más profundo y que, personalmente, me han permitido comprender mejor la obra y citar adecuadamente en el presente trabajo.
Adriano: 23 autodefinición.
Arte: 110-111
Esperanza: 6
Conciencia: 7
Amistad: 8, 133
Amor: 13-14 efectos del amor: 136
Paz: 82
Libertad: 37-38
Gloria: 47
Poder: 74
Fortuna: 49 La vida es: 240
Guerra: 58
Autenticidad: 87
Libertad - humanidad - felicidad: 93
Humanidad: 114 Atenas modelo de humanismo: 183 Filantropía: 184
Prosperidad: 99
Sensación: 151
Dolor: 168 primer paso hacia el dolor: 202
Felicidad como retribución: 137
Construcción: 106
Sucesión - adopción: 209
Características que Adriano le dio a Roma: 168
Filosofía de Adriano: 179
Los cristianos para Adriano: 181 - 182
Inmortalidad: 235
Muerte: 171 Utilidad de la muerte: 238 Meditación de la muerte: 237
Ser dios - Adriano dios: 123 Yo dios: 122
Antinoo: 128 - 131; 142-144 Antinoo y la muerte: 135; suicidio de Antinoo: 143
Antinoo: 146 - 154 divinización de Antinoo: 165
Repugnancia hacia la vida urbana: 176
Lucio: 90, 212, adopción de lucio: 213, enfermedad de Lucio: 217.
Descripción de Lucio: 157
Hijo de Lucio: 219
Annio Vero: 222 Marco Aurelio: 222 - 223
Sueño: 17, 20, 238
PENSAMIENTOS a destacar en la obra. (Fase interactiva de la sesión)
“Los dioses no estaban ya, y Cristo no estaba todavía, y de Cicerón a Marco Aurelio hubo un momento único en que el hombre estuvo solo”….
“No soy de los que afirman que sus acciones no se le parecen. Muy al contrario, pues ellas son mi única medida, el único medio de grabarme en la memoria de los hombres, y aún en la propia mía”.
“No desprecio a los hombres. Los sé vanos, ignorantes, ávidos, inquietos, capaces de cualquier cosa para triunfar, para hacerse valer, incluso ante sus propios ojos, o, simplemente, para evitar sufrir. Lo sé: soy como ellos, al menos por momentos, o hubiera podido serlo. Sólo en un punto me siento superior a la mayoría de los hombres: soy a la vez más libre y más sumiso de lo que ellos se atreven a ser. Casi todos desconocen por igual su justa libertad y su verdadera servidumbre”.
“Dudo que toda la filosofía de este mundo logre suprimir la esclavitud; a lo sumo le cambiarán el nombre. A la servidumbre del espíritu o de la imaginación, prefiero la esclavitud de hecho”.
“La inmortalidad de la raza se consideraba como un paliativo de la muerte. Se hablaba de Gloria, bella palabra que dilata el corazón, pero con miras a establecer entre ella y la inmortalidad una confusión falaz, como si la huella de un ser fuese lo mismo que su presencia”.
“La costumbre nos hubiera llevado a ese fin sin gloria pero también sin desastres que la vida procura a los que no rehúsan su dulce embotamiento por el uso”.
“Tener razón demasiado pronto es lo mismo que equivocarse”.
“La moral es una convención privada; la decencia, una cuestión pública; toda licencia demasiado visible me ha hecho siempre el efecto de una ostentación de mala ley… Tengo que confesar que creo poco en las leyes. Si son demasiado duras, se las transgrede con razón. Si son demasiado complicadas, el ingenio humano encuentra el modo de deslizarse entre las mallas de esta red tan frágil”.
“Un triunfo sólo sienta bien a los muertos. La fortuna de un muerto está al abrigo de los reveses; hasta sus derrotas adquieren un resplandor de victoria”.
“La ficción tiene su lado bueno, prueba que las decisiones del espíritu y la voluntad priman sobre las circunstancias”.
“Una parte de cada vida, y aún de cada vida insignificante, transcurre en buscar las razones de ser, los puntos de partida, las fuentes… Cuando los cálculos complicados resultan falsos, cuando los mismos filósofos no tienen ya nada que decirnos, es excusable volverse hacia el lejano contrapeso de los astros”.
ESCUELAS FILOSÓFICAS
(Manolo Sánchez)
(Manolo Sánchez)
MEMORIAS DE ADRIANO. (Margarita Youcenar)
(Traducción de Julio Cortázar, Ed. Edhasa, 1982).
Hemos seleccionado algunas páginas de la novela donde se citan algunos aspectos de la filosofía y de la religión en la época de Adriano.
FILOSOFÍA.
Estoicismo. La vida es una derrota aceptada. Pág.10
Gimnosofista (yogis): son ascéticos en comidas y placeres en general, pgs. 14, 120
Cínicos: (Diógenes de Sinope): rechazan la voluptuosidad, pgs. 15, 16
Adriano se declara independiente de cualquier escuela filosófica, 15
Filosofía erótica: acercamiento del Yo al Otro por contacto corporal pgs. 17-18
El amor como belleza, pgs. 18-19
Evaluación de la existencia humana, pgs. 23-25
Cuando no se logra una explicación filosófica de la vida se refugia en la magia, pgs.26-27 ( se consulta el vuelo de las aves y los astros)
Adriano admira a los filósofos. Pgs. 47
Plotina, mujer de Trajano, era epicúrea, pg. 71
Imagen del filósofo humanista: humanitas, felicitas, libertas. pg.95
Suicidio del estoico Eufrates, pgs. 135-136 ( Antinoo lo imitará)
Panteismo: el Todo y los individuos pg. 139
Filosofía de la inmortalidad,pg.170 (alma y cuerpo)
Adriano se confiesa heraclitiano,pg. 178
Limitaciones de los filósofos,pg.180
Política de Platón,pg. 217 ( idealismo o realismo).
RELIGIÓN.
Religión judía: sectarios, se creen superiores pg. 188-191; son traidores, e intransigentes pg.73; enemigos de los griegos,pg. 81
Los brahamanes indios y el suicidio, pg. 119-120
Adriano se inicia en los misterios de Eleusis, pgs. 122, 148.
(Nota: Los misterios de Eleusis se celebraban en Eleusis, cerca de Atenas. Fiesta anual de culto a la diosa Deméter y a su hija Perséfone. Deméter es diosa de la agricultura. Los que se iniciaban en el culto tomaban un brebaje de cebada y centeno. Teodosio I, año 392, los prohibe para favorecer el cristianismo, y Alarico I profana los antiguos rito e impone el cristianismo.
Adriano panteista: todo se funde en el Todo,139
Religiones asiáticas mistéricas y de iniciación, 148 (Ponían en cuestión la religión oficial. Son ritos de iniciación. No se pueden explicar racionalmente. Ver el culto a Mitra en Frigia, Osiris en Egipto. Misterios órficos y misterios de Dionisos (Baco)
Cristianos: sus sectas 157, 179; choque con los epigcios.
Sacrificios mágicos, pg. 160
Egipto: muerte de Osiris, 161
La inmortalidad, 170
Las religiones antiguas no imponen dogmas, 180 (recordar el discurso de Pablo de Tarso en el areópago ateniense, Hechos de los apóstoles: Pablo de Tarso en el areópago, 17. 22-32)
Dioses implacables, 196
Religión y sacrificios, 228
Supremacía de la religión romana, 234
Papa el Roma?, 235.
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